Wednesday, May 31, 2006

BEER


"Ayudando a las personas feas a tener sexo desde 1862!" Un clásico, sin lugar a dudas.

Borracheras cercanas.



Encontré varios artículos de los Simspson en una tienda de la noria. Magníficos sin lugar a dudas. Escaso público en el homenaje al borrachín de Alejandro Meneses. Se fusilaron varios textos leídos en otras ocasiones. Por lo pronto sus alumnos (bajo el generoso dinero de Judith Castañeda) beberemos en su honor. Probablemente el curioso lector me encuentre como el Homero de aquí al lado. Seguiremos informando.

Monday, May 29, 2006

EL CHILE MEXICANO

El chile o ají, como también se conoce a esas plantas picosas en forma de cuarto creciente, dio lugar al país que se llama así por la forma de su geografía. Si placer y dolor van juntos por la vida, más que las telenovelas, el chile es la quintaesencia del melodrama mexicano.
Charles De Gaulle se quejaba de lo difícil que era gobernar una nación con más de 500 tipos de quesos. Lo mismo puede decirse de México y sus chiles. El único rasgo común de esta diversidad es el siguiente: cuando le preguntas a un mexicano si algo pica, te dice que no. No conozco al mesero capaz de advertirle al comensal que la boca se le va a incendiar. Se considera traición a la patria reconocer la misión esencial de un chile de árbol o chipotle, que consiste en sacar intensas gotas de sudor en la coronilla del afectado. "Yo soy como el chile verde, picante pero sabroso", dice una de las más extravagantes letras de la canción ranchera. En la dramática nación de Jorge Negrete, lo picante es sabroso. Aunque algunas variantes de lo picoso perforan el duodeno, cuando hablamos del chile nos limitamos a enunciar que tiene mucha vitamina C y se parece a nuestros políticos en que cada vez se le descubren más propiedades. No todos los chiles que llevamos a nuestras tortillas son oriundos de México. El más picante de la república lleva el nombre de habanero. Se trata de un apéndice furioso y amarillo que llegó de Java en el Galeón de Manila y se convirtió en condimento decisivo de la cocina yucateca. En un principio se le decía "javanero", pero como en Mérida las cosas buenas vienen de La Habana, adoptó un nombre más seductor. Sus semillas queman la lengua como pólvora encendida. La cultura del chile está unida a la escatología, y el habanero es uno de sus pocos exponentes que "no quema dos veces". Cuesta trabajo hablar con estilo de estas cuestiones, pero la vida en compañía del chile está acompañada de toda clase de aventuras gastrointestinales, a tal grado que hemos hecho de la diarrea una forma del patriotismo. Cuando el indigesto visitante pasa sus vacaciones en el excusado, decimos con vindicativo orgullo que fue víctima de la "revancha de Moctezuma". En otras palabras: nos conquistaron pero hemos encontrado una manera rencorosa de entrar en las entrañas de los extranjeros.

Hacer algo "a valor mexicano" significa hacerlo con muchas molestias y ninguna racionalidad. El principal rasgo de este masoquista sentido del honor consiste en comer chile a granel. Cuando estamos en el extranjero y nos ofrecen un ají de la India o Pakistán, le entramos con fe, sin probar la fuerza del adversario con la punta de la lengua. En ese momento de arrebatadora definición nacional, confundimos las miradas de los testigos con la admiración e incluso la excitación erótica. En su novela Ciudades desiertas, José Agustín hace que un mexicano con más complejos que Huitzilopochtli cene con un polaco que se ha acostado con su mujer y decida superarlo comiendo chile. Lo único que logra es una indigestión digna del infierno azteca. La escena captura el sentido de la hombría inherente a la deliciosa exageración de comer picante. Por su forma y su encendido temperamento, el chile representa en el argot vernáculo el sexo masculino. Lo interesante de esta mezcla de erotismo y gastronomía es que revierte las condiciones de la supremacía sexual. A diferencia de lo que pasa con Godzilla o el cine porno, aquí el tamaño no importa. Lo fundamental es el contenido. "Chiquito pero picoso", decimos para elogiar a alguien débil que se sale con la suya en forma improbable. En un ámbito en el que los adolescentes usan la cinta métrica con más constancia que los sastres para medir su dotación fálica, los chiles ofrecen una cultura alterna en la que se puede triunfar con menos envoltura. La quintaesencia del picor nunca se encuentra en los chiles voluminosos, que sólo mejoran rellenos de queso o carne molida. El extracto esencial y arrebatador proviene de los ejemplares mínimos que concentran sus detonaciones. Casi todos los guisos mexicanos llevan picante. De acuerdo con Italo Calvino, el turbador efecto de nuestras salsas tiene su inquietante origen en la antropofagia. Cuando visitó México, el autor de Bajo el sol jaguar se preguntó qué sucedía con las víctimas de los sacrificios humanos después de los rituales. Las vísceras eran ofrecidas a los buitres para que las llevaran al cielo, estableciendo un vínculo con los dioses, y los corazones eran guardados en un tzompantli, antecedente religioso del tupper-ware. ¿Qué pasaba con el resto de ese cuerpo que ya era sagrado? En la Colonia, los evangelizadores no tuvieron dificultad en imponer la comunión porque en numerosos ritos prehispánicos se comían figuras que representaban dioses o hijos de dioses. Calvino se pregunta si los aztecas no habrán incurrido en un consumo más literal de los cuerpos divinizados en el rito. Desde un punto de vista religioso, la carne sacrificial significaba una impecable merienda. Para vencer el prejuicio de comerse al prójimo, nada resultaba más práctico que hundir sus filetes en salsa verde, sustancia que impide distinguir la carne de un hermano de la de una gallina.

Juan Villoro

Friday, May 26, 2006

HUELLAS


Entonces, como si lo hubiera hecho por primera vez, miró por la ventana. La nieve ocupaba la mayor parte del paisaje y había bloqueado la entrada del jardín. Cerró los ojos y acercó el cigarro a los labios. Al fumar imaginó los pinos de ramas encorvadas, la tinta vieja de los diarios, humedecidos tras el armario. El resplandor de la nieve destacaba el contorno de su rostro. Entreabrió los párpados. Con temor comprobó que la huella seguía ahí, a escasos centímetros de la barda, junto a una mata de pasto aún verde. Como los días anteriores, una primera reacción instintiva le sugirió el paso de un animal, una depresión creada por el capricho del viento. Descubrió que la huella era humana. No pudo seguir observando y volteó a la mesa: la luz incidía en la superficie de un plato salpicado por migajas. Una renovada hilera de gotas se descolgaba en el fregadero. La reacción instintiva provocó un movimiento nervioso en los dedos, hizo que el perfil del humo se perdiera entre los ojos. El frío lo había obligado a dormir con guantes en las manos. Ofreció las palmas a la luz. Las yemas lucían arrugadas por el contacto con el agua. Durante varias noches había soñado a un hombre. Lo soñaba antiguo, de ojos grandes y turbios, paseando en una calle solitaria, con un traje a rayas. Temiendo que un accidente lo interpolara a la realidad o que el mismo hombre, fatigado por el tránsito del sueño, decidiera por su cuenta penetrar en la casa; cerró con llave puertas, atrancó ventanas, vigiló constantemente el jardín cubierto de nieve. En el día cultivaba sus temores sin importarle que fueran ajenos a toda lógica. Dormía cada vez menos y en las largas noches de insomnio sus teorías se desdibujaban con facilidad dejando en sus labios un miedo en estado puro. Sin embargo, ya se habían quebrado las reglas, y la realidad del hombre se acrecentaba en el olor ajeno descubierto en la ropa, en el retrato de su padre puesto de cabeza, en la vajilla ordenada en una extraña composición; en velas consumidas prematuramente, envueltas en largas barbas de cera que indicaban haber sido utilizadas para leer a escondidas, quizá toda la noche. Libros amanecían fuera de lugar, en los sillones de la sala o en la vitrina del comedor, y en sus páginas encontraba frases subrayadas: “apretó los dientes cuando escuchó el ruido de la llave entrando en la cerradura”, “adentro ya se iniciaba la noche: Cortinas corridas, relojes dando una hora de hace diez años”, párrafos inconexos, palabras al azar que se prolongaban en un inventario secreto que servía como señuelo o provocación. En el transcurso de los días supo que el miedo no era producto del sueño, que la soledad de la casa lo incomodaba así como el malestar del blanco, íntimamente ligado al hombre que utilizó esa ventaja para introducirse en la casa e investigarla en secreto, al principio ingenuamente, como un niño explorando un juguete nuevo, pero a medida que sus miembros se afirmaron y la mente comprendía su realidad, comenzó a cuestionar el sentido de las cosas, la fantasía que a veces lo embargaba y que le hacía creer que recorría el corazón de un laberinto.
No le fue difícil reconstruir la última escena: el hombre abría sigiloso la puerta principal; miraba con orgullo el jardín y, antes de enfilar rumbo al pueblo, con la luna iluminando la nieve, dejaba una marca solitaria que podría ser un traspié al final de una caminata, una huella hecha con dedos finos, para ser contemplada desde la altura. El humo se perdió en la boca. Las bocanadas anteriores se habían extinguido, y por un instante, casi como una esperanza, pensó en la fragilidad de la nieve en el verano. Tuvo la certeza de alguien paseando tras él. Contuvo la respiración cuando unas manos frías se anclaron en la curvatura de los hombros; las manos descendieron por la espalda, curiosearon una arruga perdida en la camisa y, arrepentidas de su exploración, tornaron a replegarse como un par de mariposas heladas. Las manos (ayudadas por una leve corriente de aire) descendieron en círculos, antes de consumirse en un ademán desvaído, dejaron una huella apenas visible, volátil en el piso de madera y polvo; como un pensamiento postergado en la noche.

Alejandro Badillo

Wednesday, May 24, 2006

A propósito

A propósito de la lectura de poemas (amenizada al final con una amena charla donde, entre otras cosas, se habló de la presencia de Ludovico Ariosto en la obra de Cervantes) del poeta David Huerta, transcribo uno de los poemas que escribió para los "cuadernos de la mierda". Libro que publicó en colaboración con el pintor oaxaqueño Francisco Toledo. Según Huerta, con "cuadernos de la mierda" Toledo pagó en especie, una añeja deuda con el fisco. Curiosidades escatológicas que da la literatura. Seguiremos informando.

La orden

En este plato te sirvieron
lo que no querías comer
y te ordenaron
comerlo.

No quiero saber
si lo comiste.

Hay demasiadas cosas
en el mundo
para ocuparse de aquel plato, de aquella
orden, del alimento atroz
que te mandaron comer.

Aun así quiero saber
si en el fondo de tu boca
han seguido encendidas
algunas palabras-tú sabes cuáles son
y lo que significan:soles raudos
para la noche del devenir-

o si aquel alimento
y aquella orden
las apagaron para siempre.

Aquí fuera
también te persigue.

Monday, May 22, 2006

LA NOVELA DE BORGES


Entre sus muchos asombros, la obra de Borges depara la refutación de la inmortalidad. ``El milagro secreto'' trata, precisamente, de un judío que se salva de ser fusilado para ingresar a la tortura superior de ser eterno. Jaromir Hladik, condenado a muerte, obtiene la ambigua gracia divina de que la descarga se detenga antes de dar en el blanco; queda atrapado en un instante imóvil: puede ver la bala que sólo avanzará cuando regrese el tiempo. Hladik encara un mundo idéntico para siempre; ruega entonces porque el milagro se revierta y el proyectil avance y lo aniquile. La sobrevida es, en este caso, una variante lúcida, y por ello más atroz, de la muerte.
En ``El inmortal'', Borges castiga a su protagonista de modo menos obvio. Un hombre atraviesa un río que concede la vida eterna y en el decurso de los días advierte que disponer de una biografía infinita carece de sentido; es un lastre incesante y monótono. En ese destino sin sobresaltos, la imposible muerte se vuelve una dádiva. El protagonista busca un segundo río que conceda la aniquilación.
Perdurar sin tregua es una pesadilla borgiana, no sólo en lo que concierne a la existencia física, sino a las palabras y las imágenes. Con calculada ironía, Borges reclamó para sí la meta última de todo autor: el olvido. Sin embargo, su obra fue un continuo ejercicio de la memoria, una vindicación de nombres que merecen ser recordados. Como figura literaria, quiso ser un escritor sin circunstancias, a quien no le ocurría otra cosa que libros. Detestaba las investigaciones freudianas que reducen a un poeta a ``las indiscreciones de sus amigos''. El hecho central de su vida, lo dijo muchas veces, fue el descubrimiento de la biblioteca de su padre. Esta doméstica versión del infinito lo llevó a urdir tramas a partir de inesperadas asociaciones; ahí encontró asuntos eternos que la época volvería borgianos (el doble, el laberinto, las manchas del tigre, el papel revelador del sueño) y estímulos tan variados como el sufismo persa, la novela policiaca, la milonga criolla, el cálculo de Leibniz, la música verbal de Shakespeare, Schopenhauer leído como autor fantástico, la levantada voz de Walt Whitman, las aventuras de Huckleberry Finn, escritas en colaboración con el caudaloso Mississippi. Elogiar, o incluso describir, las lecturas borgianas merece el Premio Perogrullo. Más útil resulta compartir la perplejidad de Ricardo Piglia: en Borges la erudición opera como una sintaxis, una oportunidad de armar el texto. En muchos casos, la erudición borgiana resulta inconfirmable o directamente falsa (Historia universal de la infamia es un perjurio deliberado: Borges narra las trayectorias de sus infames distorsionando los datos históricos). Ni siquiera en el ensayo cede al ánimo proselitista de demostrar una teoría (``prefiero, como los chinos, que los demás tengan razón''); su inteligencia establece conexiones inauditas, busca ideas por razones estéticas, transforma el ensayo, la cita, la nota de pie de página, la exposición de un sistema de creencias en formas de la invención. Su idolatría por Macedonio Fernández deriva, en parte, de la atracción que siente por el autor como inteligencia suelta, no esclavizada ante la forma. Macedonio abandona sus manuscritos en sus constantes mudanzas, publica libros menores y atesora una vasta literatura oral que se extinguirá con él. El culto a este voluntario renunciante dio lugar a otro juego: Borges se juzgaba tan personal que negó el ultraísmo queriendo escribir un poema ``ultraísta''; sin embargo, aceptó con gusto haber plagiado a Macedonio, cuya opus magna era virtual.
Quien escribió Historia de la eternidad resulta inconcebible sin los trabajos de su memoria; sin embargo, el recuerdo absoluto es para Borges una anticipación del infierno. Su último relato, ``La memoria de Shakespeare'', trata de un hombre invadido por una memoria estupenda y ajena: tristemente es Shakespeare en otro destino, y ``Funes el memorioso'' hace del recuerdo perfecto una especie de idiotismo, un archivo sin ideas. Sólo el olvido puede sanar esa afrenta mental.
Borges no se ha librado de las taras de la inmortalidad y la memoria. Con todo, ésta no es la paradoja mayor de su sino. Para sus seguidores (todos lo somos), lo más difícil es distinguir su originalidad, la escritura que concibió como un ejercicio liberador, ajeno a las retóricas que se pretenden inmutables y al inútil afán de naturalidad. La literatura es un artificio consciente de sí mismo, sin otra justificación que el placer de leerlo. Este minucioso artefacto suele brindar sorpresas minoritarias. Durante décadas, Borges escribió a contrapelo de las modas hasta que adquirió estatura de leyenda (el ciego profético y pintoresco que supuestamente fue conocido por miles de oportunistas que nunca vio) y, de modo más profundo, modificó la noción entera de la literatura. El repertorio de temas y técnicas borgianos se encuentra tan asentado que, en mayor o menor medida, es rastreable en cualquier autor contemporáneo que no se llame como él.
A Borges le aburría la novela, género voluntariamente imperfecto, que asimila arbitrariedades formales y, en su inmoderada extensión, acepta acciones por mero automatismo. Sin embargo, el humor fue pieza clave en sus mecanismos literarios y quizá aceptaría que su posteridad semejara una novela: el autor esquivo, insumiso, que negó la eternidad y acabó asociado a ella, no por un relato o cierto dístico, sino por asimilarse a la suerte de una lengua.
¿Podemos advertir el temple singular del inventor de nuestra compartida modernidad? Las obras más poderosas corren el albur de transformarse en hábitos del lenguaje: ``Hablar es resignarse a ser Góngora.''
Numerosos restoranes y cantinas del mundo hispanoamericano se llaman ``Las quince letras''. El lema tiene gracia porque se describe y es al mismo tiempo. La misma cifra cabalística forma el nombre secreto y conjetural que damos al idioma: Jorge Luis Borges.
Juan Villoro

Thursday, May 18, 2006

Posología de la dosis

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Hoy todo el mundo sabe lo que es un analgésico, pero hace años esa palabra pertenecía al lenguaje culto. Lo que no sabríamos decir es si la oferta de analgésicos creó los dolores de cabeza o no hizo otra cosa que responder a una demanda latente, a la que sólo faltaba poner nombre. Lo cierto es que no se le ocurre a uno cómo nombrar un medicamento antidoloroso si no es con esta palabra mágica: analgésico. Basta casi con pronunciarla para sentir un alivio considerable, sobre todo si la pronunciamos al tiempo de tomar una bebida caliente. Analgésico. Analgésico. Qué gusto.
Resulta curioso que los periódicos tengan secciones de divulgación científica, donde se nos muestra la evolución de los neutrinos (en el caso de que existan), aunque no tengamos nada que ver con ellos, y que no ofrezcan sin embargo una sección de gramática, de lengua, o como quiera que se llame, en la que se persiga la evolución de las palabras, al menos de las palabras cuya influencia en nuestra vida cotidiana está fuera de toda duda. Analgésico es una de ellas. Y posología también. Antiguamente se decía dosis (o diócesis), lo que no es exactamente lo mismo.
-¿Cuál es la dosis indicada, doctor?
-Ahora ya no se dice diócesis, sino posología.
El paso de la dosis a la posología fue muy duro para los hipocondríacos, porque posología no significa prácticamente nada. Dice uno "posología" y no ocurre nada dentro de su cabeza. Sería mejor decir "posología de la dosis", aunque quizá constituya una redundancia, no lo sé. El caso es que a mucha gente le hace más efecto la pastilla cuando en lugar de tomar una posología de ella toma una dosis (o una diócesis).
Otra cosa muy desconcertante que antes prácticamente no existía es el "modo de empleo". Se entiende el "modo de empleo" en una herramienta, pero en una medicina suena raro, como si en lugar de ingerirla se la tuviera uno que poner a manera de prótesis. El "modo de empleo" se ha popularizado con los parches, pero lo más probable es que naciera con el supositorio. El primer hombre que vio un supositorio debió de quedarse como el que descubrió el centollo. "¿Cómo se come esto?", se preguntarían los dos. Y es que no se comen: uno se introduce por el recto y el otro se chupa.
De pequeño oí la historia de un enfermo inculto al que el médico había recetado unos supositorios. Como el hombre no sabía qué hacer con aquella cosa tan rara, telefoneó al médico quien le dijo que se los metiera por el culo.
-¿Qué te ha dicho el doctor? -preguntó la esposa.
-Se ha enfadado y me ha dicho que me los meta por el culo.
-Si es que eres un pesado -concluyó la mujer.
No queremos ni pensar qué habría sucedido si le hubiera hablado de la posología en lugar de la diócesis. Las palabras matan.

Thursday, May 11, 2006

Bitácora

Bitácora de la reunión del 10 de Mayo:
A pesar del día festivo la reunión se efectuó sin demasiados contratiempos en casa de Maese Prats. El invitado de honor fue Javier de la Mora, director de la revista Iberoamericana de poesía y crítica: "Voz Otra" Excelente revista en contenido y diseño. Nos obsequió los primeros números dedicados a Vallejo, Gelman y, por supuesto, a Lezama Lima. De primera línea el consejo editorial: Carlos Monsiváis, Julio Ortega, Adolfo Castañón, David Huerta, Cintio Vitier. etc etc.. Después de las obligadas lecturas del grupo, Javier de la Mora leyó algunos poemas de juventud y otros de su último poemario. Anuncié la publicación para el sábado de mi cuento: "Figuras de azul" en el suplemento Fronda del periódico Intolerancia. Un saludo desde aquí a Jaime Mesa. Seguiremos informando.

Tuesday, May 09, 2006

EL ÁNGEL


No quiere ver el cielo
resbala por el cordel hacia
una penumbra color sepia
en el vano de columnas.
No quiere el cielo, en sus manos
el temblor:
rúbricas de la tierra.
Y sus dedos alargan el tacto
sobre la desnudez de la bóveda.
Las alas abiertas;
mas su cuerpo se inclina
ávido de cierzos y cabras,
se va con nuestro paso:
ese ángel. ~

Silvia Eugenia Castillero

Es poeta y editora. Dirige la revista literaria Luvina, de la Universidad de Gudalajara. Su libro más reciente es: Zooliloquios. Historia no natural (Conaculta, 2004).

Monday, May 08, 2006

Publicaciones del fin de semana

Para los interesados en los textos de los hijos de Bukowski, este fin de semana salió publicado en el periódico Síntesis "Café Bagdad" cuento del borrachín de Alejandro Badillo, y en el periódico Intolerancia salió una interesante reseña de la primera revista metodista en México. El texto es del pillo de Sergio Rosas. Para quien quiera consultarlos están disponibles en www.sintesisdigital.com.mx en la sección de suplementos: "catedral" y en www.intoleranciadiario.com en el suplemento Fronda. Seguiremos informando.

Friday, May 05, 2006

Depeche Mode




LA AGRUPACION INGLESA Depeche Mode es una de las pocas que tras 25 años no cae en la repetición, el anquilosamiento o la inercia. Y a pesar de ser en México una de esas bandas que generan veneración ciega y desmedida, cercana a la que propician U2 o The Cure , a diferencia de éstas, la actualidad constante en su creación musical les salva de ser ubicados como "banda para quedados en los años 80".
PRUEBA DE SU vigencia y vitalidad es el ambicioso álbum Playing the angel (2005), pleno de belleza y convicción, en el que los sonidos digitales se entrelazan con el synth que ellos mismos impusieron hace dos décadas.
Y AUNQUE EL grupo ya estuvo en México en 1993, la magnitud de su actual actuación en el DF (ayer y hoy en el Foro Sol) es la que los ubica bajo el reflector mayor. Con menos escándalo que el creado por otras bandas, y mayor elegancia, en correspondencia con la música de Martin L. Gore (el genio del grupo), Dave Gahan y Andy Fletcher , su creación implica una de las más importantes en la historia de la música popular contemporánea, al ser pilares de un electropop nada pasajero, capaz de aportar sonoridades inquietantes, originales y únicas, así como sentimientos existenciales, oscuros, en medio de una lírica aguda, intuitiva, íntima y a la vez apoteósica.

Tomado de la Jornada.

Thursday, May 04, 2006

K. Sridhar en Puebla



Aunque los pueblos Indios y Arabes no están unidos geográficamente, a través de su música se ha descubierto una conexión entre estos países. Adel y Salameh y K. Sridhar han explorado los tonos y escalas comunes que se han desarrollado y transformado en un refinado estilo propio. Durante las invasiones de los mongoles, la música de Arabia, Africa, España y de los Balcanes viajaron con los invasores creando unos estilos híbridos. La grabación de Salameh y Sridhar investiga la relación entre el oud y el sarod, respetando siempre la tradición.
"La música Arabe y la del Norte de la India son de la misma familia pero diferentes; comparten escalas, técnicas, tonos y ragas (magams). De aquí surgió una idea que nos permitió fundir los dos estilos de música y crear un nuevo estilo siempre respetando ambas tradiciones" - K Sridhar.

Wednesday, May 03, 2006

Desde aquí una felicitación

Desde aquí una felicitación a la miembra del grupo literario poblano (aún sin nombre) Judith Castañeda por su publicación en el último número de Nexos, donde comparte créditos con el ex-portero del atlante y filósofo del fútbol Félix Fernández, el sufrido necaxista Juan Villoro y el presidente consejero del IFE. Mmmm. Ya estoy saboreando esas cervezas. Que sigan los triunfos para la incipiente organización que comanda Maese Prats... Seguiremos informando.

Tuesday, May 02, 2006

El Diván del Diablo de Pedrito Palou

Texto que circula por mail sobre la última novela de Pedrito Palou. Como dudo que haya algún valiente que la publique la pongo. Queda a juicio de la posteridad. Salve

Necedad con disfraz de ciencia literaria: El diván del Diablo y el complicado drama de las letras poblanas.

Tal y como ocurrió con las formas cultas del latín, el Castellano elegante, la llamada “lengua de Cervantes”, tiende al olvido parsimoniosamente. El vate, el juglar, el rapsoda, en un trechoimportante de la historia universal fueron ungidos por emperadores hasta quedar establecidos dentro del vulgo. Si el mismo proceso ocurriese hoy con el escritor, que quede relegado a sobrevivir entrelas masas, éste posiblemente encontraría un vínculo importante paraprevalecer como líder de opinión y, con trayectoria comprobada, erigirse guía moral e intelectual de su comunidad.La clave radica en el uso del lenguaje. Es cierto que el Escritor fue marginado por los grandes públicos; ya no es el centro de atención, el tema de conversación en tertulias, ni siquiera desfila sobre la alfombra roja antes de embrutecerse dentro (y fuera) de la disco. Sí, como alguna vez fue época dorada de los primeros lectores de Honorato de Balzac (que no para el propio Balzac); menos como el sobrevalorado Truman Capote, que bien podría ser tema obligatorio en sesiones de doble “A” y, en la misma ruta de los estragos del alcohol, en talleres de iniciación literaria que ofrece la Secretaría de Cultura.Al concluir El diván del Diablo, la última publicación de Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966), está claro que el escritor también ha marginado sin menoscabo a esa multitud que se le niega: Claudio Romero, víctima de una enfermedad que “la ciencia médica no tiene respuesta” (“asilomanía”, ilustra el autor), inicia una aventura en el interior de la Casa de los Enanos, sitio indicado para “asilómanos”, de la cual se arrepentirá el resto de sus días. Comienza la lectura: luego de una ardua sesión descriptiva (dos hojas completitas) parece que llega la acción: “no quiero entrar en detalles de cuánto pasó por mi mente esa mañana”, aclara para inmediatamente detallar más y más, con precisión cuasi matemática, esa maraña que los escritores reconocen como “producto de la imaginación”... ¿Escritor o descriptor?, reza la añeja cuestión que el lector puede emplear para ubicarse frente a la obra literaria. Claudio conoce a Augusta, se enamora de ella, la convierte en musa,le dedica pensamientos extensos y netos sobre su fisonomía (¿qué tal esas “nalgas turgentes”?). Posteriormente interactuará con personajes secundarios que, conforme avanza el texto, saltan como seres incidentales sin la menor trascendencia hasta enfrentar al invitado estelar de la novela: el Diablo, el mismísimo demonio, 24 páginas después. Sin demeritar el trabajo realizado por Pedro Ángel Palou García, actual rector de la Universidad de las Américas, éste deberá pagar un costo elevado por el descuido de la edición (¿acaso ya no existen los correctores de estilo?), destacando fallas gramaticales y osados planteamientos morfosintácticos que no deberían pasar por alto para un premio nacional Xavier Villaurrutia.Cierta ocasión un poeta poblano, uno de esos que abundan en la trasnochada y el café, recriminó al autor de estas líneas su “malsana” fijación por descubrir errores editoriales: “perdóname, pero fijarse en falta de acentos, puntos, comas y construcciones gramaticales es una soberana estupidez”... Desde entonces concibo el ejercicio literario local con cierta distancia y comprendo el porqué de sus logros y alcances: aunque no es nada fácil dejar una obra de vida en manos poco conocidas, que entienden a su modo términos como “corrección de estilo” y “supervisión editorial”. No obstante, asomándose al campo de las “imágenes”, la verdadera obsesión, lo realmente importante que el escritor espera de la ociosa “crítica literaria”, encontramos cómo se desborda entre líneas el amor por los libros que guarda Pedro Palou: “algunos días y varias lecturas después”. La biblioteca y obras serias de la literatura universal serán refugio seguro para Claudio, mientras éste divaga, imagina y narra en primera persona situaciones “hilarantes”, ora paroxísticas ora refinadas, ora inexplicablemente recargadas de erudición: “la luz se posa sobre los agradecidos lomos de los libros”, y es ahí donde Elena Beristain, George Lakoff y años de aportaciones serias en torno a la metáfora descansan en paz; la fotografía de un tierno tomo, indefenso cual cachorrito caricaturesco, es inevitable. De más está tratar sobre la referenciación de antecedentes diabólicos (que no lugares comunes) presentes en El diván... como el Fausto de Germania, las bodas del cielo y el infierno que escribió como todo mundo lo sabe, una temporada en el infierno de ese francés que prefirió cazar elefantes a escribir poesía, hasta no saber si el también autor de “En la alcoba de un mundo” y “Con la muerte en los puños” se equivocó y en lugar de narrativa lo suyo siempre fue poetizar: ¿poética narrativa, narratividad poetizada, ninguna de las dos? Destaca el tinte local, involucrado por el ex secretario de Cultura en el estado, que revela cierta percepción (temor y quizá desdén)que éste guarda respecto a gente de baja estatura: la Casa de los Enanos, homónimo de la célebre edificación de la avenida Juárez,donde Claudio experimentará terror psicológico, pesadillas sanadas con limonada fresca, convulsiones y desmayos, tendrá sexo con una muñeca inflable y será, literalmente, cabuleado por un Diablo que lo besará en la boca luego de concienzudas cátedras de filosofía. La imagen involuntaria de un boy scout tomando un cafecito con Satán (intercambiando tips de li-te-ra-tu-ra), el infierno como una extensión de la biblioteca Palafoxiana, más el deseo irreversible por publicar una vez más, deja muchas reflexiones en el tintero: en tierra de ciegos el tuerto descuida el uso de las preposiciones, abusa de las perífrasis verbales, desatiende la unidad de estilo entre capítulo y capítulo como si fuera un escrito de seis manos... Ni hablar, la “imaginación” no es lo único, ni lo más importante, dentro de la narrativa. El resultado será una historia con poca vida en sus personajes, histriones sin temperamento, como estar ante una película extranjera doblada al español.Una razón básica por la cual en Puebla no existe interacción cultural entre público y quienes poseen la “literatura” yace entre los propios escritores. Su aislamiento, la poca utilidad de ideas donde el lector no se siente comprometido, o mínimamente identificado, son dos granos de arena más sobre quienes sueñan verse en las estanterías de cualquier tienda departamental.Aquí en Puebla, los comentarios sobre una obra literaria suelen malinterpretarse. Creen que uno lee nada más para molestar, cuando los escritores saben de antemano que leer es sinónimo de disfrute. La consulta de letras poblanas es una extraña adicción. Es como sentarse frente a la playa en espera de un mensaje embotellado. La necedad continúa; seguiremos en busca del best seller, del gran hit.

Palou, Pedro Angel. El diván del Diablo. Ediciones B, colección Ficcionario, primera edición, 2005. 170 pp.

ISRAEL FLORES CEREZO