Saturday, February 28, 2009

La faena



Lemus percibe cómo cada movimiento, cada gesto que esboza, no se pierde, sino que deja breves reminiscencias, como si estuviera hecho de humo. La mujer, en el intento de la paloma, deja un reguero de maltrechas servilletas; se queda mirándolas un buen rato, enojada, impotente. El odio hace de su rostro un objeto bello, más vivo, como iluminado por una vela. En el silencio de la mujer, en sus maneras de gata vieja, Lemus cree descubrir el desgaste de Dios, la razón por la cual se ha desentendido del mundo. Después de oír su confesión siente que habita la punta de una flama, que su alma es un negrísimo pabilo. Quiere imaginar que la historia de la mujer es falsa, que no es un asunto de infidelidad, sino de amantes que no supieron luchar, que el tiempo volvió mediocres.
Fragmento de mi relato La faena, de próxima aparición en la revista Crítica de la Universidad Autónoma de Puebla Marzo-Abril 2009.

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Wednesday, February 04, 2009

La guerra del fútbol

La guerra del fútbol y otros reportajes

Ryszard Kapuscinski

Editorial Anagrama

Colección Crónicas

4 edición, 2006

Ryszard Kapuscinski seguramente pasará a la historia como uno de los mejores reporteros del mundo. Su muerte en el año de 2007, a los 74 años de edad, sirvió de preámbulo a una nueva avalancha de reediciones y al interés del gran público por su obra, antes sólo conocida en pequeños círculos. Cualquiera que aborde los reportajes de Kapuscinski percibe de inmediato que, a la par de los hechos y personajes retratados por el periodista polaco, hay una intención, casi una obsesión literaria en abordar no sólo los hechos y las veleidades de los personajes, sino la misma labor y los conflictos que enfrenta el periodista en guerras civiles, bombardeos, tierras inhóspitas gobernadas por sempiternos dictadores.

La guerra del fútbol y otros reportajes, es una recopilación de textos en donde Kapuscinski reúne experiencias en varias partes del mundo, todas ocurridas entre los años de 1958 y 1976: del África convulsa por innumerables golpes de Estado a una ciudad Griega devastada por las invasiones. Al centro, la guerra relámpago ocurrida entre Honduras y El Salvador en 1969, motivada —aparentemente— por los disturbios ocasionados por los dos juegos clasificatorios que disputaron las naciones sudamericanas para tener un boleto al mundial de fútbol de México 70. Digo aparentemente porque, como sucede siempre, la otra parte de la historia, consignada por el reportero polaco, cuenta de una larga historia de explotación de las tierras centroamericanas por la United Fruti Company (denunciada también por autores como Miguel Ángel Asturias y, en menor medida, por Gabriel García Márquez), de movimientos migratorios, odio fraterno, pobreza, dictadores. Al final, una última gota, dos partidos de futbol jugados en condiciones de guerra y, al siguiente día, la sinrazón, la oscuridad y la muerte. La ciudad de Tegucigalpa queda a oscuras. La gente permanece en sus casas, alumbradas apenas con velas. El periodista polaco, quizá el único reportero extranjero en el rumbo, hace llegar después de mil dificultades un telegrama a su agencia:

“Hoy a las seis de la tarde empezó la guerra entre El Salvador y Honduras. la aviación de El Salvador bombardeó cuatro ciudades hondureñas stop al mismo tiempo las tropas de El Salvador violaron la frontera con Honduras intentando penetrar en el interior del país stop en respuesta al ataque del agresor la aviación de Honduras bombardeó los más importantes centros industriales y objetivos estratégicos de El Salvador y las fuerzas terrestres emprendieron acciones defensivas.”

Después de algunas deliberaciones en los organismos internacionales, cuando la también llamada “Guerra de las 100 horas” había derramado la sangre suficiente (aproximadamente 4 mil personas) como para ubicar a las dos pequeñas naciones en el mapa mundial, la guerra se fue tan rápido como había llegado.

El mérito de Kapuscinski es, al contrario de los cánones periodísticos, la falta de objetividad, el testimonio distorsionado de alguien que está en una brecha, oyendo el silbido de las balas a su alrededor y el olor a muerte que impregna todo. Hablo de la falta de objetividad de Kapuscinski porque si algo deja la lectura de sus reportajes, es que no hay argumentos en las tragedias grandes o pequeñas que suceden a diario en el mundo. Los estudios objetivos de los hechos son distantes y Kapuscinski está codo a codo con la muerte, con el desastre y por eso la necesidad de hacer literatura del periodismo, porque sólo así se puede tener una dimensión más exacta, más humana del absurdo que gobierna el mundo.

Alejandro Badillo

www.ciudadcultura.com

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