Thursday, September 21, 2006

El proyecto Café Bagdad (primera parte)

El proyecto “Café Bagdad” de lectura intensiva nació a principios del año pasado, después de una ardua búsqueda de lugares propicios para devorar libros. En el camino quedaron los cafés céntricos, habitados por vejestorios comensales, compradores del sol de puebla, que fumaban como chimeneas. Harto de los adultos en plenitud, visité algunos centros comerciales. En uno de ellos fui testigo de una pelea protagonizada por dos damas menesterosas. Los viejillos seguían ahí, algunas veces agrupados, otras solitarios y dispersos, consumiendo las horas del día en el café y en la contemplación de los visitantes a las tiendas de tela, de dulces y de ropa deportiva. Ahí leí Moby Dick, las aventuras de Pantagruel, mientras evitaba a toda costa los servicios del café americano. Mi temperamento, nómada por excelencia, me llevó a otros lares. Así llega El café Bagdad con el montón de lecturas que prometía y, porqué no decirlo, con la esperanza de algún afortunado encuentro. Pasan los meses en el café y yo estoy en la mesa del fondo leyendo, a veces alzó la vista para seguir el vuelo de una mosca o para matar al vuelo algún desagradable mosquito. A veces llueve, a veces hace viento o frío. El mesero, un mozalbete ario que linda los veinte años, se encarga de hacer la vida imposible a las dos dueñas con sus chascarrillos. Es amable, sin duda, aunque supongo que su mundo se reduce a las revistas y fiestas de moda. Sin embargo, es diestro en recordar gustos y en poner los tres paquetes de azúcar en mi café. Sólo hay que tener un poco de concentración para olvidar voces, ruido de coches y los grandes éxitos en el radio.

Alejandro Badillo

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