Monday, August 29, 2011

Elogio de la bicicleta de Marc Augé

La creciente expansión de las ciudades, además de modificar las relaciones entre los habitantes, también ha transformado su forma de trasladarse. La urbe moderna ha sido diseñada casi exclusivamente para el uso del automóvil dejando en el olvido a los ciclistas y peatones. Eventos recientes como la presentación del libro Diarios de bicicleta del miembro de los Talking Heads, David Byrne, han puesto en el debate el tema del transporte y el rescate de la bicicleta para viajar en la ciudad y apropiarse de los espacios que pasan desapercibidos en un viaje por automóvil. A esta propuesta se une Elogio de la bicicleta de Marc Augé (1935) antropólogo y etnólogo que ha acuñado términos como los “no lugares”, sitios ordinarios en las grandes ciudades que emplea como laboratorio para observar el comportamiento de las masas, continuamente bombardeadas por imágenes y sujetas al poder de los medios de comunicación.

Elogio de la bicicleta se divide en cuatro capítulos: “El mito vivido”, “La crisis”, “La utopía” y “Nuevamente con los pies en la tierra”. Augé recurre a su biografía para emprender su elogio y recuerda las competiciones ciclistas que seguía en su niñez, sobre todo el Tour de Francia. El autor apunta que, como en muchos deportes, el elemento lúdico de aquellas carreras ciclistas ha sido sustituido por una feroz competencia donde se recurre a todo para obtener el triunfo que, a su vez, se traduce en dinero y en contratos publicitarios. Para Augé la bicicleta es un medio solidario, que permite una relación más cercana con el otro, con la ciudad y con la naturaleza. La bicicleta es una extensión del cuerpo que posibilita experiencias que, para la mayoría de los habitantes, son desconocidas. La ficción ha planteado los problemas inherentes al uso masivo del automóvil. En Isla de cemento, novela de James Graham Ballard, un automovilista queda varado en una vía de alta velocidad, pasan horas y nadie se detiene a ayudarlo; ante la imposibilidad de regresar a su casa el conductor se interna bajo el asfalto y descubre un lugar ignorado por el “mundo exterior” donde viven exiliados de la sociedad, gente rodeada de objetos de una época anterior. Menos aterrador pero igualmente demostrativo es el inmenso embotellamiento de “La autopista del sur” memorable relato de Julio Cortázar en el que los conductores pasan varios días varados en las afueras de París y se ven obligados a cooperar entre ellos para sobrevivir a la casi infinita espera. Este escenario no es lejano a las noticias diarias sobre el caos vehicular en horas pico.

Marc Augé ofrece datos de ciudades en Europa que han fomentado el uso de la bicicleta para el transporte cotidiano con estaciones donde se puede rentar una. Al igual que el movimiento Slow Food que busca contrarrestar una modernidad veloz que uniformiza costumbres, Elogio de la bicicleta ofrece una vía de escape al pasado, una ventana en la cual se privilegia la creatividad para buscar resquicios en la ciudad y disfrutar de la lentitud. Como una utopía que poco a poco se va haciendo realidad el autor esboza un futuro donde la bicicleta ofrece oportunidades para todos, en el que cada viaje realizado es un descubrimiento personal. Para los escépticos del uso de la bicicleta habría que recordar que, según Morris Berman en su libro de ensayos Cuestión de valores, reseñado anteriormente en este espacio, la velocidad promedio de un auto en la zona céntrica de Nueva York es de 10 kilómetros por hora.

Cada capítulo de Elogio de la bicicleta es un nuevo acercamiento al lugar donde vivimos y una invitación para recuperarlo. Más allá de un sesudo estudio sociológico o un compendio de cifras a favor del uso de la bicicleta, el libro de Augé abreva de la tradición de los “elogios” en la que se resaltan objetos en apariencia intrascendentes pero que, iluminados por una nueva mirada, adquieren trascendencia. Andar en bicicleta tiene algo de la locura que pregonaba con sabiduría Erasmo y este elogio nos invita a perdernos en ella.

Wednesday, April 08, 2009

Este blog se traslada a www.alejandrobadillo.blogspot.com

Mudanza

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Saturday, February 28, 2009

La faena



Lemus percibe cómo cada movimiento, cada gesto que esboza, no se pierde, sino que deja breves reminiscencias, como si estuviera hecho de humo. La mujer, en el intento de la paloma, deja un reguero de maltrechas servilletas; se queda mirándolas un buen rato, enojada, impotente. El odio hace de su rostro un objeto bello, más vivo, como iluminado por una vela. En el silencio de la mujer, en sus maneras de gata vieja, Lemus cree descubrir el desgaste de Dios, la razón por la cual se ha desentendido del mundo. Después de oír su confesión siente que habita la punta de una flama, que su alma es un negrísimo pabilo. Quiere imaginar que la historia de la mujer es falsa, que no es un asunto de infidelidad, sino de amantes que no supieron luchar, que el tiempo volvió mediocres.
Fragmento de mi relato La faena, de próxima aparición en la revista Crítica de la Universidad Autónoma de Puebla Marzo-Abril 2009.

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Wednesday, February 04, 2009

La guerra del fútbol

La guerra del fútbol y otros reportajes

Ryszard Kapuscinski

Editorial Anagrama

Colección Crónicas

4 edición, 2006

Ryszard Kapuscinski seguramente pasará a la historia como uno de los mejores reporteros del mundo. Su muerte en el año de 2007, a los 74 años de edad, sirvió de preámbulo a una nueva avalancha de reediciones y al interés del gran público por su obra, antes sólo conocida en pequeños círculos. Cualquiera que aborde los reportajes de Kapuscinski percibe de inmediato que, a la par de los hechos y personajes retratados por el periodista polaco, hay una intención, casi una obsesión literaria en abordar no sólo los hechos y las veleidades de los personajes, sino la misma labor y los conflictos que enfrenta el periodista en guerras civiles, bombardeos, tierras inhóspitas gobernadas por sempiternos dictadores.

La guerra del fútbol y otros reportajes, es una recopilación de textos en donde Kapuscinski reúne experiencias en varias partes del mundo, todas ocurridas entre los años de 1958 y 1976: del África convulsa por innumerables golpes de Estado a una ciudad Griega devastada por las invasiones. Al centro, la guerra relámpago ocurrida entre Honduras y El Salvador en 1969, motivada —aparentemente— por los disturbios ocasionados por los dos juegos clasificatorios que disputaron las naciones sudamericanas para tener un boleto al mundial de fútbol de México 70. Digo aparentemente porque, como sucede siempre, la otra parte de la historia, consignada por el reportero polaco, cuenta de una larga historia de explotación de las tierras centroamericanas por la United Fruti Company (denunciada también por autores como Miguel Ángel Asturias y, en menor medida, por Gabriel García Márquez), de movimientos migratorios, odio fraterno, pobreza, dictadores. Al final, una última gota, dos partidos de futbol jugados en condiciones de guerra y, al siguiente día, la sinrazón, la oscuridad y la muerte. La ciudad de Tegucigalpa queda a oscuras. La gente permanece en sus casas, alumbradas apenas con velas. El periodista polaco, quizá el único reportero extranjero en el rumbo, hace llegar después de mil dificultades un telegrama a su agencia:

“Hoy a las seis de la tarde empezó la guerra entre El Salvador y Honduras. la aviación de El Salvador bombardeó cuatro ciudades hondureñas stop al mismo tiempo las tropas de El Salvador violaron la frontera con Honduras intentando penetrar en el interior del país stop en respuesta al ataque del agresor la aviación de Honduras bombardeó los más importantes centros industriales y objetivos estratégicos de El Salvador y las fuerzas terrestres emprendieron acciones defensivas.”

Después de algunas deliberaciones en los organismos internacionales, cuando la también llamada “Guerra de las 100 horas” había derramado la sangre suficiente (aproximadamente 4 mil personas) como para ubicar a las dos pequeñas naciones en el mapa mundial, la guerra se fue tan rápido como había llegado.

El mérito de Kapuscinski es, al contrario de los cánones periodísticos, la falta de objetividad, el testimonio distorsionado de alguien que está en una brecha, oyendo el silbido de las balas a su alrededor y el olor a muerte que impregna todo. Hablo de la falta de objetividad de Kapuscinski porque si algo deja la lectura de sus reportajes, es que no hay argumentos en las tragedias grandes o pequeñas que suceden a diario en el mundo. Los estudios objetivos de los hechos son distantes y Kapuscinski está codo a codo con la muerte, con el desastre y por eso la necesidad de hacer literatura del periodismo, porque sólo así se puede tener una dimensión más exacta, más humana del absurdo que gobierna el mundo.

Alejandro Badillo

www.ciudadcultura.com

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Wednesday, January 14, 2009

Viernes, en pleno maratón Reyes-Guadalupe


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Monday, December 29, 2008

Cuento de Alejandro Badillo en revista de la dirección de literatura de la UNAM

Para cerrar y empezar el año, el curioso lector podrá encontrar mi cuento Historia del durmiente despierto en la revista de la dirección de literatura de la UNAM, "Punto en línea" número 14. En este vínculo www.puntoenlinea.unam.mx podéis encontrarlo. Salve.

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La rueca de Onfalia



La rueca de Onfalia
Juan Vicente Melo
Universidad Veracruzana
2da edición, 2007

De la llamada generación de Medio Siglo sobresalieron autores de una obra abundante, con una amplia presencia en revistas y periódicos como Juan García Ponce, Carlos Monsiváis, Sergio Pitol y Salvador Elizondo. Otros integrantes de la generación, como Inés Arredondo y Juan Vicente Melo fueron autores de obras breves, crípticas y concentradas. Arredondo se dedicó exclusivamente al cuento y a la crítica literaria y Juan Vicente Melo a la novela, cuento y crítica musical. Este último nacido en Veracruz en 1932 y fallecido en 1996, es uno de los miembros de la generación de Medio Siglo menos estudiados y conocidos. Descendiente de una familia de médicos, Juan Vicente Melo, después de estudiar medicina y especializarse en dermatología en París, decidió colgar el estetoscopio y abandonar de forma definitiva la medicina para dedicarse de lleno a la literatura, la crítica musical y la promoción cultural. Bajo su dirección la Casa del Lago de la unam vivió una de sus mejores épocas. También fue colaborador activo de “México en la cultura”, que bajo la batuta de Fernando Benítez y las reseñas de Emanuel Carballo cobijaron y promovieron el trabajo de jóvenes escritores. Melo es autor de La noche alucinada (cuentos, 1956), Los muros enemigos (cuentos, 1962), Fin de semana (cuentos, 1964), Festín de la araña (relato largo, 1966), Juan Vicente Melo (autobiografía, 1966), La obediencia nocturna (novela, 1969), El agua cae en otra fuente (cuentos, 1985). De su obra sobresale La obediencia nocturna, novela cuyo sustento es la pérdida de identidad, una larga temporada en el alcohol y la pesadilla de un joven que llega a estudiar Derecho a la ciudad de México. La obediencia nocturna está impregnada, como muchos de los relatos anteriores del autor, en una atmósfera densa, donde se funde el presente con el recuerdo idílico de la infancia, donde la fascinación del pecado y una búsqueda incesante de la culpa cambian el sentido de la realidad y disuelven significados. El lenguaje de Melo parece enredarse y, a la manera del denso ramaje de un árbol, construir una prosa que —como comenta José de la Colina para el libro de cuentos Los muros enemigos— no se preocupa de analizar, ni de ofrecer verdades indiscutibles, sino se ocupa exclusivamente de sentir. La obediencia nocturna es, a pesar del regateo del gran público, una de las novelas fundamentales de la literatura mexicana y una obra de madurez de Juan Vicente Melo. Después de La obediencia nocturna Melo sólo publicó cuentos y crítica musical. Al paso de los años regresó a Veracruz y tomó las riendas de la editorial de la Universidad Veracruzana. Poco se sabía de una obra nueva, aunque desde los tiempos de “México en la cultura”, anunciaba y daba adelantos de La rueca de Onfalia, novela que terminó antes de morir aunque no pudo verla publicada en vida. La rueca de Onfalia es el punto final de la obra de Juan Vicente Melo y un regreso (como Ónfalos o el mítico centro del mundo) a los orígenes. En la novela Melo retoma su historia familiar en Veracruz mediante las voces y tragedias personales de abuelas, madres y tías. El abuelo, un hombre importante de la región, exgobernador de Tabasco, político en el exilio que tiraba moneditas de oro a los pescadores, incurre en una infidelidad que nunca perdona su esposa. El odio, a lo largo de los años, se transformará en castigo y luego en un largo silencio. La pareja vive en cuartos separados muchos años. Cuando muere el abuelo la esposa engañada manda desalojar su cuarto “para que no quede de él ni el olor”. Así, la traición es el detonante y el motivo que afectará a las siguientes generaciones. Las mariposas, presentes en toda la obra, sirven como amuleto del amor, pero también como símbolo del engaño. Al contrario de La obediencia nocturna, La rueca de Onfalia, a pesar del tema, tiene un tono más benévolo y nostálgico, los personajes rodeados de sus recuerdos se pierden en largos monólogos donde cuentan su versión de la historia y las particularidades de su desgracia. Como el viajero que intuye el final del camino, Juan Vicente Melo con La rueca de Onfalia, ajusta cuentas con el pasado. Escrita contra el tiempo, contra la enfermedad y el cansancio, es un digno punto final a una vida dedicada a la literatura, vida que dio obras que aún esperan un redescubrimiento de las nuevas generaciones de lectores.

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Tuesday, December 09, 2008

Luciérnagas de Juan José Tablada