Wednesday, October 25, 2006

EL UNZA UNZA DE EMIR KUSTURICA



Unza Unza dos veces al día
Punk, jazz, música gitana, folklore de Europa oriental y ritmos asiáticos. Nueve solistas dementes logrando lo que ningún seleccionado yugoslavo de fútbol logró nunca: ser algo más que la suma de las partes. Y una receta secreta: el unza unza como elixir de la eterna vitalidad. Así es la No Smoking Orchestra de Emir Kusturica y el Dr. Nelle Karajilic.

¿Qué es unza unza? Para empezar por lo evidente, Unza Unza Time es el último disco de Emir Kusturica y su No Smoking Orchestra. Pero detrás de esas palabras repetidas en el título del disco, hay un concepto artístico que excede a la nueva producción de esta heterodoxa orquesta. O, mejor dicho, que hace que este disco forme parte de ella. A diferencia del ya legendario dunga-dunga, el unza unza tiene su Champollion: el Dr. Nelle Karajilic, vocalista y verdadero líder de la No Smoking Orchestra a pesar de que sea el nombre de Kusturica el que la encabece a la hora del marketing. En su tratado “Unza Unza Music”, impecable parodia del método científico, Dr. Nelle explica su origen: “La música unza unza es un producto sofisticado, resultado de pruebas de laboratorio para proteger la integridad y la supervivencia del pueblo de los Balcanes”. Esa identidad que se logró a fuerza de coexistencia de influencias árabes, turcas, rusas, griegas, españolas, italianas e indios, dio como resultado una masa de sonidos, lenguas y tradiciones que hacen implosión en las comunidades gitanas de Serbia, Bosnia, Macedonia, Albania, Hungría y Rumania. A esta proliferación desbordante esparcida por la itinerancia de los gitanos, se le agrega, durante el último tercio del siglo XX, el ritmo del rock & roll. Teniendo en cuenta todo esto, el “especialista” Dr. Nelle abunda efectos colaterales y beneficios para la salud: “El unza unza es una manera de generar proteínas extra y proveer al cuerpo de una sustancia vital para la existencia: el amor. Los resultados de las muestras de sangre tomadas a las personas que vieron Gato negro, gato blanco, de Emir Kusturica, la primera y auténtica película unza unza, demostraron: a) que el incremento de proteínas es 7 veces mayor que cuando se come ajo, miel, limón; b) 8 veces superior a cuando se hace el amor; y c) 11 veces mayor al consumo de cocaína u otra poderosa droga”. Las conclusiones de Dr. Nelle son contundentes: “En el deseo de ayudar a producir esta clase de proteínas, los científicos han declarado a la No Smoking Orchestra la primera banda verdaderamente representativa de la música unza unza y han afirmado que, si se quiere estar mejor, se deberá escuchar el disco de la banda y repetir el sintagma unza unza al menos dos veces todos los días. Su perseverancia encontrará recompensa”.

EMOCIONES MEZCLADAS

Las 16 canciones de Unza Unza Time combinan a la perfección este cóctel proteico: un frenesí gitano de acordeones, trombones y violines que deja paso a una voz tomada del rock pesado conforman el tema de apertura; la combinación de música turca con folklore de Europa oriental y rock & roll es el combustible que anima “Pitbull Terrier”; el pastiche lingüístico y musical brilla en “Was Romeo Really a Jerk?” o “Sanela”, ese homenaje, a modo de marcha grotesca y disonante, que Kusturica le rinde a Federico Fellini a quien considera “nuestro Shakespeare del siglo XX”. Las letras también hablan de la mezcla: no sólo por los tonos ásperos y casi punk de las canciones en inglés sino por la cadencia del serbocroata, lengua mixturada que permite combinar como pocas la resistencia y la nostalgia. Sin embargo, el sentido político del grupo no va de la mano de la melancolía sino de la euforia: si las bandas de sonido de las películas de Emir Kusturica –realizadas en su mayoría por Goran Bregovic– estaban inspiradas en la música de funerales, este último trabajo toma como referente a la música que se toca en las bodas. “Estos fabulosos músicos que forman la No Smoking Orchestra se pasaron toda la vida tocando su música favorita en fiestas y casamientos. Cada uno de nosotros viene de lugares musicales distintos. La intriga política y la provocación acompañan a la banda todo el tiempo. Dr. Nelle y su grupo son difíciles de clasificar en un único género musical y conjuran la emoción que les produce la música que estuvieron escuchando en cada momento. Si alguna vez se sintieron infatuados con Jethro Tull, no dudaron en tomar prestado su sonido para celebrar los logros de los anarquistas deSarajevo. Cuando la adrenalina corrió para el lado de Sex Pistols, la música No Smoking reflejó de manera punk el habla y las costumbres de los chicos de la calle de Sarajevo. Todos juntos representamos la mezcla explosiva entre la música gitana, el jazz, el rock y los ritmos asiáticos. Pero, a diferencia de aquellos seleccionados yugoslavos de fútbol que, con jugadores extraordinarios, no podían llegar nunca con éxito al final del segundo tiempo, este grupo logra una original identidad musical, a partir de la excelencia de sus solistas”, explica tácticamente Kusturica.

PRUEBA DE SONIDO

Decir que la No Smoking Orchestra es el grupo de Emir Kusturica es mitad cierto y mitad injusto. Si bien la fama del director de cine –que forma parte de la banda desde 1986, primero como bajista y después como guitarra rítmica– ha influido en la difusión de la banda a nivel mundial, los comienzos de este fenómeno de la escena musical de Sarajevo se remontan a 1980. En ese momento y con otra formación, los No Smoking, liderados siempre por Dr. Nelle Karajilic, se presentaron como un grupo punk para oponerse crudamente al sistema. Si bien usaron el rock para volverse músicos de culto, después de “Zenica Blues” (un tema referido a la localidad en donde había una cárcel tristemente célebre, que les ganó persecuciones y censura del régimen) crecieron en complejidad musical y se transformaron en la expresión más significativa del Nuevo Primitivismo, la así llamada resistencia cultural que estalló luego de la muerte de Tito. Das is Walter, su primer álbum, de 1984, vendió cien mil copias y llevó a Dr. Nelle a participar asiduamente, como guionista y actor, en Surrealist Top List, un programa de televisión que parodiaba las contradicciones políticas de la Yugoslavia post-Tito. La banda en la que Kusturica toca la guitarra y compone, su hijo Stribor es el percusionista, Glava “The Head” Markovski toca bajo y balalaika, Her Dralle Draugentaller maneja los teclados, Zoki Miloshevic está a cargo del acordeón, Dejan Sparavalo del violín, Alexander “The Great” Balaban de la tuba, Nesho “Blackbird” Petrovic del saxo y Dr. Nelle de todas las voces, tiene su prehistoria, cuatro álbumes y un hito amplificado por sus legendarios shows en vivo. En uno de ellos, durante una gira por Yugoslavia en 1984, ocurrió un incidente inesperado: el amplificador Marshall de la guitarra dejó de funcionar. Dr. Nelle pidió disculpas diciendo: “El Marshall murió”. Tanto en croata como en inglés la frase tiene doble sentido, aunque dicho en la localidad de Rijeka en aquel preciso momento era un poco más peligroso. Ya que Marshall –o mariscal– era el cargo militar del presidente Josip “Tito” Broz, de quien aunque estaba recientemente fallecido se intentaba hacer creer a la gente que gozaba de excelente salud. Ese “anuncio” involuntario ante miles de personas le costó caro a la No Smoking: fueron censurados en toda la prensa, se prohibió la venta de sus discos y sus conciertos fueron cancelados hasta nuevo aviso. Por ese entonces Kusturica no estaba con ellos; sólo era un fan. El realizador de Papá se fue en viaje de negocios tuvo que pasar una prueba para empezar a tocar el bajo en la banda, el mismo año en que anunció que no filmaría más, después de ser acusado de traicionar sus raíces y ser un instrumento de la propaganda serbia por Underground. Según Dr. Nelle, no hay una razón especial por la cual Kusturica comenzara con la banda: “Nos conocemos hace mucho tiempo y estamos en la misma frecuencia. Además, no olviden que se compró una guitarra y un amplificador. Por eso no lo podemos echar”. Como se sabe, el regreso de Emir Kusturica al cine no se hizo esperar. Pero sin dejar su lugar en la banda. Porque, como declaró a Radar en 1999: “A los 45 años es mejor tocar en una banda de rock que hacerse un lifting”. Aunque siga ignorando olímpicamente –como todos todos los demás integrantes de la banda– la consigna de no fumar, el aspecto de Kusturica y sus secuaces indica que el unza unza surte sus efectos, nomás.

Friday, October 13, 2006

FELIZ CUMPLEAÑOS A MI


MENÚ DEL CONVITE CELEBRATORIO DEL CUMPLEAÑOS DEL EJOTE VENGADOR

Lasagna de espinacas, queso y crema.
Botanas variadas
Vino tinto Chianti
Chicharitos saltarines
Papas biodegradables
Pastel de zanahoria
cantidades ingentes de cerveza.

FELIZ CUMPLEAÑOS A MI. (Riñones, no me fallen bellacos)

Wednesday, October 11, 2006

Los últimos días de Bukowski

Como si cada vez fuera más difícil entender cualquier cosa sin la ayuda de una ilustración, solemos asociar la obra de un autor con uno de sus retratos, quién sabe si movidos por la superstición de que una iluminará a la otra, o sencillamente porque cierto automatismo icónico nos impulsa a adjudicar la responsabilidad de una obra —así sea magistral o mediocre— a la materialidad de un busto, al asidero de una fotografía. Los libros parecen incompletos —y los editores unos desalmados— cuando no incluyen siquiera una caricatura del autor en alguna de las solapas, pese a que en el caso de muchos autores de la antigüedad esto sea del todo imposible o conjetural, y pese a que en el caso de muchos autores contemporáneos esto sea del todo insatisfactorio y desalentador, cuando no anticlimático y ridículo. En mi galería mental de Charles Bukowski (1920-1994) hay dos imágenes que se contraponen y casi diría que luchan entre sí; dos imágenes muy distintas —de épocas también muy distintas— que sin embargo con el paso del tiempo han terminado por reconciliarse en mi cabeza y tal vez se han fundido en una sola, como esas postales de plástico que gracias a un efecto óptico se transforman —nos guiñan el ojo, por ejemplo— dependiendo del ángulo desde el que las miremos. La primera es una fotografía célebre en la que Bukowski, joven y desgreñado, se acerca el dedo meñique a la boca en el gesto no de quien quiere producirse el vómito sino de quien busca contagiarnos su asco. Es un retrato puntual, impecable, que apresa el papel que Bukowski se esforzaba en representar frente al objetivo de la cámara —un papel contestatario y brutal, de escritor-maldito-lumpen, de genio recién salido de la alcantarilla—, pero que al mismo tiempo, por debajo o por encima de esa actitud, exhibe al hombre en el que irremediablemente se había convertido: un escritor estragado por el acné, el alcohol y los excesos, de un vigor que sólo puede dar el descreimiento, y que para mantener viva su leyenda ha debido valerse de cierto histrionismo salvaje. Es el retrato perfecto del Bukowski marginal, bravucón y antisolemne, que trabaja como limpiaplatos y cartero; que ha hecho de la crudeza y la obscenidad sus principales armas estéticas, y ha recogido como quizá ningún otro escritor la musicalidad del habla cotidiana. Es el Bukowski de la sordidez americana y la noche interminable y brumosa y etílica, de los inadaptados y los perdedores, a punto de convertirse en cliché. La segunda imagen es uno de los dibujos que Robert Crumb realizó para la edición póstuma del libro El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco (1998), el diario que Hank escribió durante los últimos meses de su vida. Se trata de un dibujo cándido, incluso cursi, sin intenciones sarcásticas, que muestra a un Bukowski ya viejo, panzón y pensativo en su jacuzzi al aire libre, acompañado por uno de sus gatos. Aunque a primera vista podríamos sospechar una intención ácida de parte del dibujante (¿qué destino puede ser más cruel para un escritor maldito que sobrevivir a sus excesos y terminar como un anciano venerable en su rinconcito doméstico, tal como correspondería a un poeta laureado?), en realidad Crumb se limita a ilustrar una entrada del diario del otoño de 1991 —tres años antes de su muerte—, en la que Bukowski describe una escena cotidiana de su nueva vida como escritor consagrado.
La expresión a la vez apacible y cabizbaja del dibujo de Crumb se corresponde punto por punto con la temperatura anímica del Bukowski que leemos en esas páginas, en las que desconcertado y complacido por su fama creciente no tiene más remedio que refugiarse en la befa de sí mismo: "Viejo escritor en jacuzzi, divagando. Agradable, agradable. Pero el infierno siempre está allí, esperando para deso-villarse." Estamos frente a un Bukowski acabado, lo cual en su caso significa un Bukowski exitoso, alcanzado por la celebridad y el dinero, que ya sólo entra a los bares para orinar, y se aparta de las peleas callejeras con ese cansancio en el que se confunden la nostalgia y el recelo. Un Bukowski también más sosegado y metafísico, en el que el descreimiento ha dejado de tomar la forma de la procacidad y más bien se ha resuelto en misantropía, una misantropía tan aguda y provocadora como el alarido más feroz. Después de mirar alternativamente esas dos imágenes he entendido que ambas se superponen y acaso son la misma. Una vez que Bukowski advirtió con sorpresa que había sobrevivido al alcohol y las palizas, al hambre y la degradación, pero sobre todo a sí mismo, también se dio cuenta de que la única manera de seguir vivo —esto es, de seguir escribiendo, de apostar en el hipódromo y de rascarse largamente los sobacos—, era luchar contra el cliché, contra la marioneta de los bajos fondos: abjurar de la vieja y fácil fidelidad al eructo. Y entonces, de manera natural, con la naturalidad que otorga la congruencia, dirigió ese gesto primigenio de asco contra sí mismo. Tal y como se desprende de la lectura de su diario, los últimos días de Bukowski transcurrieron en medio de una rabia serena, de un escarnio poco ruidoso y poco legendario que sin embargo no por ello perdió su buena dosis de corrosión y de brío. En esas páginas está el Bukowski reflexivo, el Bukowski mordaz, que ya lejos de la cloaca tiene el humor suficiente para burlarse de ella y no añorarla, sin dejar en ningún momento de atentar contra la estética antiséptica y la falta de arrojo de buena parte de la literatura contemporánea. ("Los poetas que he conocido han sido siempre unas medusas reblandecidas y unos arribistas. De lo único que pueden escribir es de su ausencia egoísta de aguante.") Quizá en esos últimos días Bukowski alcanzó esa serenidad filosófica de la serpiente que ha optado por morderse la cola, aunque no tanto para cerrar el ciclo y aspirar a la inmortalidad, sino para no sentirse satisfecho de estar sentado en su propio trasero. ~

Luigi Amara

Friday, October 06, 2006

Joven promesa literaria toma dramática decisión


Tryno Maldonado, joven escritor zacatecano, autor de Viena roja novela editada por Joaquín Mortiz o sease Planeta, ha ido a dar a las mina de Tayoltita en el estado de Durango. ¿la razón? Dudas de su talento literario, la crisis de los treinta, pero la gota que derramó el vaso fue que no le dieron una beca para una residencia artística en Austria, país de sus amores. Sin un penique en el bolsillo decidió hacerle a la Jack London, a la Henry David Thoreau y fue a encontrarse a sí mismo en las profundidades de la tierra. Así que cuidado curiosos lectores, con este caso queda demostrado los límites de los escritores ninguneados-por-el-sistema-cultural-de-vasallaje-y-dádivas-sospechosas-a-cuates. No se soprendan que ante un nuevo descalabro literario (no beca, no concurso, no libro, no cerveza) imite al joven Tryno y me vaya de Robinson Crusoe a algun paraíso socialista caribeño. Seguiremos informando.

(Tryno Maldonado posa para la camára sintiendo los rigores del primer día de trabajo)

Wednesday, October 04, 2006

Sigue la conjura del Bagdad

Continuando con la conjura en el café Bagdad... Cumplí con mi decorosa misión de espía y di la parte del día a una de las dueñas: El mozalbete estuvo hablando por teléfono mientras yo leía. La otra dueña me dijo que estaba al tanto de mi misión y como incentivo disparó un café latte para mi y un expressss para la pequeña Abichuela. Lástima que no sea Bar Bagdad. Debo confesar que no soy afecto al café, no marea, ni hace a mi humor chispeante. La pobre Abichuela ha intentado por todos los medios darme dosis más potentes de cafeína pero mi devoción a la cerveza, "La leche materna de la humanidad" (según el libro del amante de la cerveza) es absoluta y no admite placebos ni argumentos. A pesar de todo, (si digo todo aunque al maese Prats le parezca una palabra vacía) visito el café Bagdad por la atmósfera propicia para la lectura, cuestión difícil de conseguir en otros lares.

P.D. El sábado catorce de Octubre el ejote vengador y todos sus alter-egos cumplen un año más de vida dedidaca al vicio y a la francachela. El curioso lector se enterará próximamente del lugar de inicio donde partirá el pelotón de juerguistas comandados por el agasajado y Su Divina Gracia Swami Luis Alberto Sánchez. Mesa de regalos en prisa (se aceptan envases de cerveza león ya que los tenderos insensibles no aceptan otras marcas para cambio)

Sunday, October 01, 2006

Sobre "Desgracia" de Coetzee


Desde la infancia, descubrió que el mundo no es un hogar con una chimenea donde se cuentan historias de conejitos, sino una intemperie barrida por el viento donde hay que apretar los dientes. Fiel a esta visión, Coetzee se niega a suavizar su entorno. Cortado con cuchillo, su lenguaje tiene la quemante objetividad del hielo. Pocas novelas indagan en forma tan extrema los usos de la hipocresía y la corrección política como Disgrace (1999), que por contigüidad lingüística se tradujo al español como Desgracia, en vez del más apropiado Deshonra. Un profesor de la Universidad de Ciudad del Cabo sostiene relaciones semanales con una prostituta. Una tarde, se topa con la mujer en la calle y comete el error de verla con interés. Su siguiente encuentro está lastrado por vidas que no debería indagar. Es el comienzo del desplome. El profesor recibe a continuación un injusto cargo de acoso sexual, es separado de la Universidad, viaja al desierto a visitar a su hija y encuentra a un ser ajeno, que encarna todo lo que él detesta. Su hija es una lesbiana insoportablemente gorda, malvestida, rodeada de una voluntaria pobreza. Sin embargo, aunque ella desafía sus prejuicios, no elimina su cariño de padre ni su impotente deseo de protección cuando es violada por un aborigen. El profesor regresa a la ciudad para encontrar un departamento saqueado. Sudáfrica sigue descompuesta. Desoladora imagen posterior al apartheid, Desgracia trata de gente común del siglo xx, parias del sexo, la raza y el trabajo.

Juan Villoro