Tuesday, November 29, 2005

BEBIDAS EJEMPLARES


John Lee Hooker cuenta su método para olvidar a una mujer que lo hacía sufrir: entra en un bar de media luz y medio vacío y le pide al barman el remedio infalible para olvidar un amor perdido: un bourbon, un escocés y una cerveza. Cuando John Lee pide la receta por tercera vez, el barman le hace ver que su estado empieza a ser inconveniente: ``No te preocupes'', le dice el maestro a medio hablar, dentro de esa media luz que alumbra el bar medio vacío, ``tú nada más traeme un bourbon, un escocés y una cerveza''. La historia termina como todas las historias de amor que quieren resolverse en un bar. Hooker ahogado en la barra, pensando con insistencia de borracho, en esa mujer que, ni con su remedio infalible, podía olvidar, y pidiendo la del estribo que era: un bourbon, un escocés y una cerveza. O el remedio no era tan bueno o la mujer era extraordinaria. Esta bebida triple aparece en el track cinco del álbum Chill Out de Hooker. Casualmente, otra canción de este álbum, Annie Mae, sirve de fondo para la borrachera de Liv Tyler en la película Stealing Beauty, de Bernardo Bertolucci. Probablemente esta misma Annie Mae sea la mujer que resistió el remedio triple.
En su libro A decir verdad, el filósofo español Fernando Savater hace una encendida defensa del alcohol, en un capítulo cuyo nombre no deja resquicio para falsas interpretaciones: Elogio a la embriaguez. Dice Savater: ``Lo divertido de la libertad, no nos engañemos, es el libertinaje; lo mejor del erotismo es, por supuesto, la pornografía. Y en el terreno de la bebida, el ideal no es tomar un par de copas para animarse un poco, sino emborracharse como un cosaco en Nochevieja''.
En otra parte de este texto, cita la frase que solía decir un sobrino del escritor Mark Twain, a propósito de la vocación de cosaco que tenía su tío: ``Tomaba de vez en cuando una copa para estabilizarse; a veces se estabilizaba tanto que no podía moverse''.
Al final, Savater da su receta: ``¡Ah, mañanas de chinchón seco, mediodías de Campari, aperitivos de manzanilla y oloroso, comidas regadas con buen vino, grappe enérgica de los postres, tarde de mezcal, vodkas estimulantes, bourdon en donde suena la sirena de un coche de la patrulla nocturna y ron en el que se ahogan piratas fantasmales!''. Y para terminar el filósofo podría añadir un bourbon, un escocés y una cerveza.
Raymond Chandler, ese extraordinario escritor de novelas policiacas, era famoso por su metodología, cuando se trataba de ejecutar el oficio que más detestaba: el de guionista en Hollywood. Necesitaba una habitación con instrumentos para la escritura, una caja de whisky (que pretendía terminarse cuando pusiera el punto final), una enfermera (para que le suministrara suero cada vez que el escritor flaqueaba) y una ambulancia (por si flaqueaba el suero de la enfermera). Es necesario apuntar una de sus frases luminosas: ``Nunca me ha resultado difícil dejar de beber, pero entonces ¿qué te queda?''.
Su célebre personaje, el detective Philip Marlowe es, desde luego, un gran bebedor. Aunque casi siempre toma whisky, en la novela El largo adiós, este héroe de la investigación se deja llevar por su cliente Terry Lennox hasta una mesa minúscula, situada en la media oscuridad del bar Victor. Lennox ordena una ronda de gimlets y a continuación, en una reacción aparentemente contradictoria, le explica al detective: ``Aquí no saben prepararlo. Lo que llaman gimlet no es más que jugo de lima o de limón con gin, una pizca de azúcar y licor de raíces amargas. El verdadero gimlet está hecho mitad de gin y mitad de jugo de lima de Rose y nada más. Deja chiquito al Martini''.
Aquí debería seguir, para no dejarlo tan chiquito, la receta del Martini de Luis Buñuel, pero sus múltiples combinaciones exigen un capítulo aparte, así que saltaremos hasta el vodka; de Chandler a William Burroughs, ese escritor del que tanto se ha escrito. Su edad, si no ha conseguido retirarlo de sus costumbres, sí lo ha obligado a practicarlas con menor frecuencia, con excepción de una, que sigue intacta; todos los días, a las cuatro en punto de la tarde, se toma el primer vodka con Coca-cola.
Esta serie de bebidas (y bebedores) ejemplares, deben terminar con unas líneas de Alejo Carpentier, que aparecen en las páginas de su novela Los pasos perdidos. Pertenecen al género de John Lee Hooker, al que busca alivio en la amnesia temporal; y no al de detective Philip Marlowe, que agudiza su intuición policiaca con los gimlets: ``Apuré un gran vaso de jerez, resuelto a aturdir al que demasiado reflexionaba dentro de mi cráneo''.
Jordi Soler

Friday, November 25, 2005

A HOMERO SIMPSON LE ROBAN LA CERVEZA

Un furibundo cibernauta español ha subido su queja en su sitio
me uno a su queja:
Los Simpson han llegado al mundo árabe. Algunos pensarán que está exportación cultural es más subversiva que una incursión de la Tercera División de Infantería, pero en realidad el impacto ha quedado bastante neutralizado.
El respeto al Islam exige que Homer no consuma cerveza ni tocino y, supone una productora de la serie, que “no se comporte como un cerdo”, porque tampoco está permitido en estos países.
¿Van a presentar a Homer inconsciente sobre el sofá con una lata de refresco sobre la barriga? Pero por favor, qué broma es ésta. Por mucho menos que esto, se han invadido países.

Wednesday, November 23, 2005

Tercera Dimensión

Fui uno de los últimos afortunados en conseguir localidad para el gran estreno del film con tanto estrépito y antelación anunciado.
Nadie recordará las excelencias de esa magna producción, salvo aquella escena en que la protagonista, esplendorosamente desnuda, avanzó hasta un primerísimo plano y la pantalla fue dique inútil para contener los senos que se desbordaron sobre los tres mil espectadores.
Roberto Bañuelas

Tuesday, November 22, 2005

Borges nos engañó a todos: si hay camellos en el Corán

Un mito más se desmorona: en el Corán sí hay camellos, diecinueve, para ser exactos, afirma Gabriel Zaid en esta elegante refutación de Borges (y seguidores distraídos) y aclaración del aserto original de Gibbon.
Acusado de "evidente desvinculación de México", Alfonso Reyes se defiende desde Río de Janeiro: No "sólo es mexicano lo folklórico, lo costumbrista o lo pintoresco" ("A vuelta de correo", 1932, OC VIII, 428, 441). Ante acusaciones análogas, en Buenos Aires, Borges arguye con un ejemplo memorable: "Gibbon observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos; yo creo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad del Alcorán, bastaría esta ausencia de camellos para probar que es árabe." "Podemos parecernos a Mahoma, podemos creer en la posibilidad de ser argentinos sin abundar en color local." ("El escritor argentino y la tradición", 1951.) No se sabe si Borges leyó la traducción del Corán que acababa de publicar su viejo amigo Rafael Cansinos Assens (El Korán, Aguilar, colección Crisol, 1951). Se conocieron en 1920, cuando ambos eran poetas ultraístas. Muchos años después, en 1954, Borges participa en un homenaje a Cansinos en Buenos Aires, donde éste acaba de publicar un libro sobre Mahoma y el Korán. Pero Borges incluye en Discusión (1957) el ensayo citado, que retocó (según Pedro Lastra, "Borges, Gibbon y el Korán") sin modificar el ejemplo de los camellos. De la traducción de Cansinos se hizo una edición mexicana (Mahoma, El Corán, México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, colección Cien del Mundo, 1991), cuyo índice de materias registra cinco referencias a camellos.

LETRAS LIBRES / Julián Cicero
Pero son muchas más: diecinueve, sin contar las referencias a ganado de carga y caravanas, como puede verificarse. Los números entre corchetes indican el capítulo (sura o azora), versículo (aleya) y página en la edición de Conaculta. n Y de los camellos dos hembras, y de las vacas dos. [6:145, 144] n En verdad, a los que desmienten nuestras aleyas y se ensoberbecen, no se les abrirán las puertas del cielo y no entrarán en el alchenna [paraíso], hasta que no se pase el camello por el ojo de la aguja. [7:38, 150] n He aquí que os llegó una prueba de vuestro Señor, esta camella de Alá [será] para vosotros signo. [7:71, 154] n Y desjarretaron a la camella, y se apartaron del mandato de tu Señor. [7:75, 154] [Desjarretar es cortar las patas por las corvas.] n Cuando vosotros [estabais] en la parte más próxima y ellos en la más lejana, y los camellos más bajos que vosotros. [8:43, 169] n Esta camella de Alá [será] para vosotros una señal; dejadla, pues, que coma en la tierra de Alá y no la maltratéis. [11:67, 205] n Y guardaremos a nuestro hermano, y aumentaremos la medida de una carga de camello. [12:65, 215] n Echamos de menos la copa del rey, y a quien la traiga [daremos] la carga de un camello. [12:72, 216] n Y trajimos a Tsamud la camella, visible, y la maltrataron. [17:61, 250] n Vengan a ti los hombres a pie, o sobre todo camello estirado. [22:28, 290] n Y los pingües [camellos] los pusimos para vosotros, de los ritos de Alá. [22:37, 291] n Esta camella beberá, y vosotros beberéis, un día sabido. [26:155-157, 323] n Nosotros [somos] enviadores de la camella, prueba para ellos. [54:27, 458] n Y llamaron a amigo de ellos, y sacó y cortó [las ancas de la camella]. [54:29, 458] n No corristeis sobre ello con corceles o camellos. [59:6, 475] n Como si fueren camellos pelirrojos. [77:33, 517] n Y cuando las uscharas [camellas que ya pueden cargar] queden abandonadas. [81:4, 524] n ¿Es que no miran al camello, cómo fue creado? ¿Y al cielo, cómo fue elevado? [88:17-18, 537] n Y les dijo el enviado de Alá: Camella de Alá, ¡abrevadla! Pero lo desmintieron y la desjarretaron, y los aniquiló su Señor en sus pecados. [91:13-14, 541]Hay tres veces más camellos en la Biblia que en el Corán. Pero ninguna de las referencias (57, según la Concordancia de las Sagradas Escrituras de C.P. Denyer) los presenta como señal y don de Dios para su pueblo. Además de que la Biblia es más extensa que el Corán (unas ochocientas mil palabras contra ochenta mil). Lastra se tomó el trabajo de buscar lo que dice Gibbon, lo encontró en la nota 13 del capítulo L y descubrió que se refiere, no a los camellos, sino a la leche de camella: "Mohamed himself, who was fond of milk, prefers the cow, and does not even mention the camel." Lo cual hace a Borges más responsable de la afirmación. O no la verificó en el Corán, o no le importó, complacido con el argumento. Si non è vero, è ben trovato. El Corán está en línea, con buscadores para localizar cualquier palabra (en árabe, español, inglés, francés), en www.coran.org.ar de Argentina, www.hti.umich.edu/k/koran/ de la Universidad de Michigan y otras partes. Se encuentra información sobre Cansinos en www.cansinos.org, de la Fundación Archivo Rafael Cansinos Assens, que escribe los apellidos sin acento ni guión, aunque muchos escriben Cansinos-Asséns. (Su madre era Assens y su padre Cansino, apellido que el escritor transformó en Cansinos, como Margarita Carmen Cansino —su prima lejana, según él— se transformó en Rita Hayworth.) El artículo de Lastra puede localizarse en Google. El libro de Edward Gibbon, The decline and fall of the Roman Empire, puede leerse en The Online Library of Liberty (www.libertyfund.org). Hay muchos lugares en la red dedicados a Borges o Reyes, pero no permiten leer sus obras en línea, que sería utilísimo. A la antigüita, puede verificarse que, cuando el joven Héctor Pérez Martínez criticó su "evidente desvinculación de México", Alfonso Reyes no estaba en el Olimpo, ajeno a toda preocupación nacional. Estaba de embajador en Brasil, informando por esos días "a la superioridad" que "hace dos años vengo procurando una clasificación [aduanera] especial para el garbanzo, que permita importarlo directamente de México" y espero dar "buenas noticias dentro de breve plazo" (Misión diplomática II, 116). -
GABRIEL ZAID

Los santos bebedores

El dilema de ser escritor radica en que uno debe estar borracho casi todos los días. Esta obligación no tiene orígenes gremiales, sino que es de naturaleza metafísica. Se encuentra en el ser mismo del escritor, aun cuando cabe la posibilidad de que éste se comporte como un desobligado y renuncie a beber alcohol. En este caso no hay nada qué hacer sino compadecerlo: jamás admirarlo. ¿O alguien admiraría a un ave incapaz de emprender el vuelo? Si uno es escritor tiene que hacerse de una buena condición física; esto con el fin de no causar lástima a nadie. Si no se tiene un cuerpo que destruir, entonces la caída suele ser impostada: ¿Qué sentido tiene destruirse si se está enfermo? La idea que anima el arte es la destrucción, pero qué hacer si habitamos un cuerpo destruido: terrible paradoja. Un escritor que balbucea después de beberse una botella es una vergüenza para todos los que presencian su caída. Puede armar camorra o insultar a su propia madre, pero no arrastrar la lengua como caracol en el paladar. Es una cuestión de elegancia. Un borracho sin elegancia es una de las peores calamidades con las que se encuentra uno a lo largo de la vida.El escritor polaco Jerzy Pilch define bien el pudor del alcohólico frente al acto de la bebida cuando escribe: ?Al borracho le da vergüenza beber, pero le da más vergüenza no beber?. Si hubiera sabido que ser escritor implicaba reunirme con otros escritores para beber durante doce horas seguidas me habría dedicado a un oficio más saludable. ¿Acaso de esto se trata la literatura? ¿Beber hasta que el estómago se convierta en una bola de fuego y el corazón en un alambique? En París era una fiesta, Hemingway acentúa el compromiso que tienen los escritores de beber todos los días. Estar de fiesta es tan importante como escribir un par de cuartillas diariamente. Si un escritor deja de escribir por dedicar más tiempo a su alcoholismo, entonces no ha comprendido en qué consiste el juego: es un novato. Hemingway cuenta en este libro que Zelda, la mujer de F. Scott Fitzgerald, inducía a su marido a la bebida porque de esta manera él dejaba de escribir. Ella le tenía envidia y le acercaba la botella. Me parece grandioso: ojalá todos los escritores tuviéramos una mujer así a nuestro lado: una mujer hermosa, rica, envidiosa que nos ofrece una botella de whisky cada mañana. Jerzy Pilch ha escrito una de las novelas más perspicaces sobre el alcohol de las que se tenga memoria: Casa del ángel fuerte. Sin ánimos de glosarla diré que al concluir su lectura me he sentido fortalecido en todos los aspectos. El personaje de esta obra asegura que las filosofías o preceptos morales que rodean al acto de beber carecen de importancia. Para un bebedor lo que es valioso no es la filosofía del beber sino la técnica del beber. Saber cómo mantenerse en pie con dignidad es imprescindible, mientras que explicar por qué o para qué bebemos es sólo literatura. Tener un conocimiento preciso acerca de las bebidas o las mezclas que nos son inhóspitas es un acto de mínima sobrevivencia. No se trata de suicidarse, sino de destruirse poco a poco hasta encontrar resguardo. ?En mi modesta, borrachina opinión ?escribe un personaje de Pilch?, mientras no haya un ordenador que pueda beber más que un hombre, la humanidad no debería considerarse amenazada en sus principios?. La tecnología no trascenderá al hombre mientras el hombre pueda disfrutar de una botella de vino. Después de todo, el borracho es antes que nada un humanista. Quiero decir que su borrachera puede ser una manera de conocerse a sí mismo, de ampliar el horizonte de su saber. El título de la novela de Pilch es una referencia a un párrafo del apocalipsis: ?Y vi a otro, el ángel fuerte, bajando de los cielos, ataviado con una nube...?. Pareciera que los escritores ven en el borracho a un santo, a una vestal que preside la noche más obscura del alma. Los santos bebedores son cíclopes desde cuyo ojo se mira a un dios despiadado que hace de nuestros placeres la experiencia más dolorosa. Un santo que además es lúcido en cuanto se ha desembarazado de los prejuicios que asuelan a los hombres sobrios. Después de todo, la verdad es una aventura, no la consecuencia de un saber ordenado. De Joseph Roth, el santo bebedor de coñac, escribió Stefan Zweig que no era un bebedor alegre sino uno amargo, alguien que deseaba destruirse a sí mismo y que no podía echar fuera al ruso que llevaba dentro. El beber de Roth era, según Zweig, ?un beber maligno, tenebroso y hostil?. Sería absurdo pensar que el alcohol hace mejores a los hombres. Absurdo porque el hombre será siempre un ser envilecido por sus ambiciones, por sus temores. Lo que sí puede hacer el vino, dicho de la manera más romántica posible ?si no cuál sería el sentido de escribir acerca de este tema? es ofrecer a los hombres, aun sea por unos momentos, la reveladora visión de un condenado a muerte. Nada más cercano a la santidad.

Thursday, November 17, 2005

LA GAVIOTA


Sus cuerpos volvieron a confundirse, como en el mar cuando jugaban a los combates a caballo, pero lo que los unía ahora era una misma violencia impotente. Luis sintió las uñas de Katina en el costado y sus dientes se clavaron en un hombro. Cegado de furia, pero incapaz de golpearla, la derribó sobre la arena, donde ella siguió revolviéndose dueña de una fuerza hasta entonces desconocida para él, moviendo de un lado a otro la desordenada mancha negra de su pelo. Al fin logró inmovilizarla casi por completo extendiendo su cuerpo sobre ella y sujetándola por las muñecas de manera que sólo su cabeza siguió moviéndose, rebelde, sobre la blanca arena, callado ya el incesante estallido de las palabras. Entonces, Katina se quedó inmóvil por completo y sus ojos azules, independientes de su respiración agitada, ajenos a su cuerpo vencido y sus brazos extendidos en cruz, clavados sobre la arena por las manos que le sujetaban las muñecas, se abrieron para Luis. Sin verla, él la miró deslumbrado.
–Dwig… –susurró Katina
Luis le soltó las muñecas y luego sus labios estaban en los de Katina y reconocía su lengua húmeda y las manos de ella, en vez de rasguñarlo, le acariciaban la espalda, convertidos otra vez en una doble, única figura solitaria, sucia de arena y sobre la blanca arena, y de pronto él estaba ya en Katina sin que ella se quejara a pesar de que Luis podía sentir la resistencia del cuerpo de ella mientras entraba, sólo para perderse de inmediato junto a ella, en ella, unidos en un espacio sin sombras, independiente de ellos mismos, pero al que sus cuerpos sin límites creaban, en la dulzura de un olvido que no tenía fin dentro de su naturaleza de instante y que los unía en la ilimitada claridad de conciencia que hacían nacer de su propia oscuridad, aislándolos del mundo y entregándolos al mundo.
Mucho después, el negro pelo de ella estaba extendido en su pecho y sus labios se entreabrían silenciosos sobre los latidos de la vena del cuello de él. A su alrededor, como única presencia en el vacío que se mostraba más allá, la luz los envolvía como una manta delicada, tenue en su mismo ardor, capaz de mostrar su peso sólo en el cuerpo de ellos. Entonces, como si despertara temerosa de un único sueño para entrar por primera vez al día, Katina levantó apenas la cabeza, hizo a un lado el pelo que le cubría parte de la cara y dijo casi en susurro, con los ojos azules fijos en los de él:
–Dwig, die Möwe, la gaviota…
De García Ponce...

Wednesday, November 16, 2005

Tragedia Marina




Tragedia Marina II

Contaba el famoso viajero Giovanni Patrón que en 1867, en un viaje por las Azores, soñó que su barco zozobraba en medio de una tormenta. Despertó entre sudores. Con manos temblorosas buscó la botella azul de Ginebra Bombay que siempre llevaba consigo y le dio un trago. Iba a dejarla cuando vio que algo se movía dentro. La acercó a sus ojos y contempló absorto un pequeño barco hundido y los cuerpos de la tripulación flotando a la deriva. En la actualidad, la botella y los restos del naufragio son la atracción principal de una feria ambulante en San Petersburgo.
Alejandro Badillo

Saturday, November 12, 2005

Lilith y la lluvia (Fragmento)

"Guardo la carta de Lilith, saco una hoja en blanco y escribo: “Por favor, no te vayas”. La dejo en el escritorio, cruzo habitaciones, voy a la única ventana que da a la calle: los contornos de las casas desaparecen y sin saber por qué imagino nieve cayendo en la calle. En la tienda de enfrente un hombre bosteza; las lámparas de la calle se iluminan, regalan vidas lentas a los grupos de ancianas que aprietan los labios mientras calculan con sus bastones la profundidad de los charcos. Mi impaciencia hace que vea a Lilith merodeando por el escritorio, respondiendo a mi súplica con un “No te preocupes, nunca podría dejarte”. Las tejas de la casa descuelgan los últimos goteos de la tarde, un olor a tierra mojada se extiende por el piso. “Ciudad lluvia” murmuro y recuerdo las palabras de Lilith cuando descubrió a la ciudad sometida a una lluvia intermitente, casi polvo:
–Una ciudad sumergida, ciudad lluvia... en poco tiempo las personas comenzarán a boquear como peces.
Los dos, en la azotea, bajo el amparo de enormes paraguas, bebíamos limonadas mientras la tarde parecía caerse en pedazos.
–Tal vez sea la forma en que la ciudad respire, una especie de metabolismo –le dije.
Lilith sonrió ante mi solemnidad. Puso un dedo en mis labios dejando que ese momento, íntimo, se volviera un recuerdo de agua. Dejo la ventana, me pongo un impermeable y bajo las escaleras. Rescato del refrigerador un trozo de queso y mordisqueándolo salgo de la casa. Voy a la cerca en busca de la bicicleta roja: montado en ella, mi padre afirmaba haber cruzado la desolación amarilla del Kalahari. La encuentro junto a una Madreselva, aparto ramas que en las noches, atraídas por la herrumbre, se enredan en el manubrio. Los ojos vacíos de un angelito de piedra me ven abrir la cerca. Varios relámpagos ocurren en un mundo lejano. Cada pedaleo me aleja de la casa: descubro calles idénticas, perros muertos hace mucho tiempo y que olfatean en los postes restos de su antigua vida. Cuando era niño pensaba que la ciudad crecía con la lluvia. Nuevas personas, nuevas casas, retoñaban todos los días; los charcos por los que ahora rueda la bicicleta cultivaban diminutos organismos multicolores, cuya única función era celebrar bailes íntimos y ceremoniosos. Doy vuelta y encuentro una calle repleta de cafés. Alguien cuenta entre risas la historia de un suicida, la tragedia de un montón de besos lanzados al aire. Miro la luz desprendida de los faroles; alzo las manos, cierro los ojos para que la humedad del aire sea la que hable y me diga dónde está el truco, la procedencia de los hombres que, de la nada, comienzan a tomar forma en las sillas. Aparecen rostros iguales, dedos largos envejecidos por uñas amarillas. Me miran en silencio, estiran los cuellos como si temieran naufragar en sus largos gabanes azules. Abandono la bicicleta al abrazo de una enredadera. Camino entre las mesas con los brazos extendidos, como un ciego que de pronto se siente rodeado por objetos extraños, de bordes quemantes. En la entrada del café un cartel anuncia el último día de verano, el arribo de una nube, la más larga y fría de los últimos meses..."
ALEJANDRO BADILLO

Portada cuento

Wednesday, November 09, 2005

FELICIDADES


Este sitio felicita a la autora chilanga-poblana Judith Castañeda, abstemia incorregible y visitante asidua a esta página, por conseguir el premio nacional de cuento (ahorita no recuerdo el nombre el concurso), pero eso es lo de menos. Sus amigos esperamos ansiosos su triunfal regreso para que la autora ponga las chelas de rigor, como dicta el compromiso firmado entre nosotros. ¡Salud y que sigan viniendo más triunfos para nuestra asociación!

En la imagen, la banda etílica londinense se une con jolgorio a los festejos, aunque aquí entre nos, dudo que alguna vez hayan leído un libro.

Friday, November 04, 2005

Historia de Abou-Hassan (fragmento)


Al volverse, la cinta que ceñía el vestido al cuerpo quedó flotando un instante y al descender se había atorado en la esquina de una mesa, la inercia del movimiento hizo que la cinta se desanudara y que el vestido fuera resbalando lentamente por el talle hasta yacer en el piso como una segunda piel abandonada, aún con restos de perfume en las costuras. La joven, desnuda de pronto, en lugar de avergonzarse, dejó que el resplandor de las ventanas descubriera el relieve de las costillas, el suave hueco del ombligo que parecía alargar la parte inferior del torso. Se acercó a él con una sonrisa calma. Abou-Hassan rodeó con el dedo índice la incipiente rigidez del ombligo, usándolo como pretexto para aventurarse a la extensión cercana a los senos. Varios lunares desperdigados en el vientre le recordaron granos de arroz, arrojados al azar en una planicie nevada. Extendió la mano y sintió escalofríos cuando sus dedos llegaron al espacio entre los senos y cruzaban con un ligero temblor la breve línea de sombra que se desplazaba entre ellos. Ella respiró profundamente, pudo sentir cómo su respiración se trasladaba a él, cómo se tensaba un momento, guardando impulso, como si tuviera que esperar algo, quizás una palabra desconocida, aguardando ser dicha por cualquiera de los dos. La mujer asistía la escena con ojos quietos, los labios apretados y finos. El mundo estaba frente a ellos, ganando calidez, concentrado en el borde de los jarrones. La joven le ofrecía su cuerpo desnudo como una historia latente, en espera de ser escrita para así poder ser fuente de otras; historias tristes, historias contadas una y otra vez hasta lograr que las palabras perdieran paulatinamente el significado y el perderse en ellas fuera algo inevitable. Mientras su mano derecha vagaba por las caderas supo que el vestido no se había enganchado por accidente, que todo, desde las palabras intercambiadas, hasta la mano de ella que ahora bajaba para guiar la suya a la zona interior de los muslos, había sido ensayado meticulosamente. Imaginó a la joven repitiendo frente al gran espejo cada uno de los movimientos que formaban parte de esa puesta en escena; una coreografía en la que él, al principio, tenía un papel pasivo, pero que después, al tomar conciencia de la importancia de sus palabras, lo obligara a adoptar una especie de sabiduría escondida y engañosa. La trató de encontrar mientras las manos, enlazadas, volvían a subir por las caderas, como si la primera exploración no hubiera sido suficiente y necesitaran reafirmarse en la invención de formas circulares sobre el vientre. Abou-Hassan volvió a imaginar a la joven en la pausa de la madrugada, con la luna roja en la cara, imaginándolo a él y a la estela de frío dejada en su piel cuando por fin el vestido cayera. Un final largamente deseado, que llegaba en el momento preciso para profundizar pensamientos, darles nuevos sentidos. Se vio ignorante, atenido tan solo al tacto de las manos que, unidas, parecían ser las de una persona dependiente de impulsos largos, uniformados en el deseo. Su ignorancia le hizo sentirse como un impostor, alguien sujeto al azar de las tormentas de arena y que trasladado a un escenario desconocido sintiera la falsedad de una vida para la cual aún no estaba preparado. La joven pareció entender su inquietud y estrechó los ojos dándole a entender que él era el indicado, que la incertidumbre cedería con el tiempo, la torpeza de sus manos estaba a salvo en las suyas. Apretaron los dedos para sellar la alianza que los justificaba y que actuaba retrasando los segundos. Abou-Hassan trató de recordar la historia del durmiente despierto, pero sólo logró intuir el engaño de una copa de vino, la soledad de la muerte convertida en broma. Las puntas de los dedos humedecieron el inicio del sexo, y cuando llegaron a su depresión se separaron, comprendiendo que su llegada obedecía a una búsqueda individual, porque ahí estaba el origen, el punto que respondía al asedio mostrando vidas paralelas; destinos posibles y felices. Volvió a recordar las palabras del viejo que ahora parecía sonreírle desde las arrugas de los cojines. La joven cerró los ojos para seguir a ciegas la ruta de un placer abundante, que le endurecía los muslos, el nacimiento de los senos. Abandonada, acercó la boca a la esperanza de un beso imaginario. Abou-Hassan fue a ella cuando la palabra Lilith salió de algún lado, de las ventanas, de la figura imprecisa que comenzó a reflejar el espejo, atraída por los juegos de luz en la piel.
ALEJANDRO BADILLO

Tuesday, November 01, 2005

requiem for the MASTER...


AL MAESTRO QUE DESDE LA MUERTE ENSEÑO MUCHO MAS
DE LA VIDA...




En Febrero del 56 Humphrey Bogart fue operado de un cáncer de esófago y, durante su convalecencia, pudo leer en la prensa nacional diversas noticias sobre su inminente muerte. Ni corto ni perezoso, Bogart, en un alarde de ironía y buen gusto, redactó una carta abierta que fue mandada a la prensa para su publicación y a través de la cual nos podemos hacer una idea de la personalidad de este genio. La Carta dice textualmente:


“... He leido que me habían estirpado los dos pulmones; que no iba a vivir media hora más; que estaba luchando a vida o muerte en un hospital de Hollywood que no existe; que mi corazón se ha parado y lo han sustituido por la vieja bomba de una difunta gasolinera de Standard Oil. Que voy camino de casi todos los cementerios imaginables de aquí al río Mississippi, incluidos varios en los que estoy seguro de que sólo admiten perros. Todo lo cual disgusta a mis amigos, por no decir nada de las compañías de seguros...


“...Tuve un pequeño tumor maligno en el esófago. Para evitar que algunos de ustedes tengan que acudir al departamento de documentación, les diré que se trata del tubo que une la garganta con el estómago. La operación para extirpar el tumor fue un éxito, aunque durante algún tiempo no se supo si quien iba a sobrevivir era el tumor o yo.


“...Como dicen...en Washington, ahora soy mejor persona que nunca, y todo lo que necesito son unos 15 kilos de peso que, no me cabe la menor duda, algunos de ustedes podrían prestarme. Tal vez se pueda poner en marcha algo así como un Banco de Peso para Bogart..., y les aseguro que no pienso poner reparos en cuanto a las partes de sus anatomías de donde proceda...”.



Este elogio fue encargado en un principio por Lauren Bacall a Spencer Tracy, pero el tremendo dolor que éste tenía le impidió proceder a su redacción. En ese momento John Huston se ofreció para ello y tras escribirlo, procedió a su lectura durante el funeral, día 18 de Enero en la iglesia de Todos los Santos. El elogio dice así:


“...Amaba la vida. Vida quiere decir su familia, sus amigos, su trabajo, su barco. No se imaginaba prescindiendo de ninguna de estas cosas, de manera que hasta el final siguió planeando lo que haría cuando se pusiese bien. Estaban pintándole el yate. Stephen, su hijo, iba a llegar a una edad en la que se le podría enseñar a navegar a vela, y a que compartiera el amor de su padre por el mar. Unas semanas de navegación y Bogie estaría listo para volver al trabajo. Iba a hacer buenas películas – sólo las buenas – de ahora en adelante.


“ Con los años se daba cada vez más cuenta de la dignidad de su profesión, la de actor, no la de astro de la pantalla. Personalmente nunca se tomó demasiado en serio; su trabajo, con enorme seriedad. Contemplaba la figura un tanto chabacana de Bogart, la estrella, con divertido cinismo; pero por Bogart, el actor, sentía un profundo respeto...Quienes lo conocían bien, quienes nunca trabajaron con él, quienes no pertenecían al reducido círculo de sus amigos íntimos, tenían de él una idea muy distinta a la de quienes disfrutaban de ese privilegio. Quizá quienes solo lo conocían de manera superficial eran los peor situados, sobre todo si tenían una idea un tanto solemne de su propia importancia. Se sabe de peces gordos que no honraron con su presencia brillantes acontecimientos de Hollywood para no exponer los músculos de sus cuellos poderosos a las banderillas de Bogart.


“ En todas las fuentes de Versalles hay un lucio que mantiene activas a las carpas que, de lo contrario, engordarían demasiado y morirían. Bogie hallaba un placer poco común realizando una tarea similar en las fuentes de Hollywood. Sus víctimas, sin embargo, raras veces lo miraban con raros ojos, o, si lo hacían, no era por mucho tiempo. Sus saetas estaban preparadas para clavarse sólo en las capas exteriores de la autocomplacencia, sin penetrar hasta las regiones del espíritu donde se producen las verdaderas heridas.


“ Las grandes mansiones de Beverly Hills o, si se quiere, del mundo entero, eran otros tantos puestos de tiro al blanco por lo que a Bogie se refiere. Pero su hogar era un refugio. Dentro de sus paredes, cualquiera, por elevada que fuese su posición, podía respirar tranquilo... Bogart alimentaba e espíritu además del cuerpo de cualquier invitado y lo agasajaba con ahínco hasta colmarle el corazón y debilitarle las piernas...


“Poseía el don más grande que puede tener un hombre: talento. El mundo entero llegó a reconocerlo... consiguió de la vida todo lo que pidió y aún más. No tenemos motivos para compadecerlo; si a nosotros mismos por haberle perdido. Nadie podrá reemplazarlo".


DON GARIBAY.

Traición


Un profesor brasileño que había traducido a Baudelaire, recibió este telegrama: "Le suplico me retraduzca de nuevo al francés. Firmado: Baudelaire"

Albert Camus