Friday, October 28, 2005

ELOGIO DE LA SOMBRA



Desventrada en el escaparate, destino del cuerpo y de la ciudad, nuestra cultura occidental identifica la luz –al mismo tiempo- con la belleza, la higiene y la seguridad. La luz blanca, rasante, sin grietas, de los hospitales; el vacío amarillo de las autopistas; los reflectores que desarraigan los grandes monumentos y desnudan las grandes avenidas; la transparencia uniforme del aeropuerto y del centro comercial; el foco perenne del televisor encendido; la sociedad capitalista concentra medios tecnológicos sin precedentes, causa y efecto de una angustia total, en la producción de un Mediodía perpetuo, de un Cenit ininterrumpido que mida a los hombres sólo con la mercancía, siempre plana, siempre solar, y no con las estrellas, que podrían recordarnos nuestra finitud de dejar entrar la noche en nuestras vidas.

La sombra es la ropa del tiempo, protagonista –el único, el verdadero- de todas esas viejas películas en blanco y negro que hacen melancólicamente visible la duración y la caída. Cronológicamente el cine en blanco y negro es anterior al cine en color, pero en realidad sus sepias y sus pizarras nos presentan las cosas tal y como son después, cuando han perdido ya el color y han adquirido por ello una especie de sustancia o espesor: el tiempo ha dejado caer su fina capa de hollín sobre los cuerpos y los objetos y los fija para siempre en su caducidad irreparable. El tiempo mancha y los cuerpos manchados manchan a su vez el libro, la mesa, el plato que han tocado, van dejando un rastro, como de caracol o de brocha, sobre las superficies vivas –madera, estaño o piedra-, una resina oscura en el hermano Mantel y en la hermana Silla. ¿Cuánta saña, cuánta pasión habrá que poner en borrar sus huellas? No hay ningún racismo en representarse a la muerte negra, pero sí quizás mucha arrogancia en representársela fea. El cuerpo deletrea el tiempo con líneas de tinta china y sin ellas no tendríamos –no tenemos- sino el blanco meridional de un desierto sin mensajes. La sombra necesita a la luz como el ojo necesita la cara, pero sin esos dos puntos más obscuros bajo la frente la cara sería sólo una pared –con monstruosos dientes.

En 1933 Junichiro Tanizaki, uno de los más grandes escritores japoneses del siglo XX, escribió un hermosísimo Elogio de la sombra, recientemente rescatado por la editorial Siruela, para hacernos extrañamente deseable un Japón, también hoy disuelto en Occidente, en el que los hombres, “obligados a residir en viviendas obscuras, descubrieron lo bello en el seno de la sombra y utilizaron la sombra para obtener efectos estéticos”: una cultura a la que la vista de un objeto brillante producía “un cierto malestar”, que regañaba a las sirvientas que bruñían “los utensilios de plata, recubiertos de una valiosa pátina”, que salvaguardaba en los objetos “el lustre de las manos” y en el que las mujeres más bellas llegaban al extremo de “ennegrecerse los dientes” para apropiarse el prestigio de las manchas del tiempo. Serenamente ofendido por una nueva sociedad en la que el papel y el estaño empezaban a ser sustituidos por el cristal y el plástico, Tanizaki describe en páginas tan poéticas como inquietantes el centro estético y psicológico de la casa japonesa tradicional, ese “hueco” en el salón llamado toko no ma, adornado con un cuadro o un ornamento floral, cuyo cometido era en realidad el de atrapar, profundizar y privilegiar una sombra como punto de arraigo y exploración para la mirada. Un “hueco”, claro, que el propio Tanizaki, de haber vivido lo suficiente, habría sin duda contrapuesto al centro estético y psicológico de la casa occidental de nuestros días –la casa ya de todos- con su luz prisionera y su movimiento plano: la televisión, el toko no ma de la impersonalidad compartida del capitalismo.

¿Por qué una cultura tan refinada como la japonesa puso tanto cuidado en conservar la “suciedad” de los objetos y en explotar hasta el manierismo la belleza de la sombra, ese grumo del Tiempo? Igualmente extraña podría parecernos, al contrario, una sociedad que “hace brillar sus metales”, evita en las casas “los recovecos y los recodos”, blanquea “techos y paredes” y despliega ante sus viviendas, en lugar de “bosquecillos umbríos”, amplias “extensiones de césped”. A Tanizaki le parecía, en efecto, extraña y trató de explicarse esta manía nuestra –ya de todos- como el rasgo de una civilización, que ni “se adapta a los límites” ni se “conforma con su condición presente” y que habría inventado la vela, la lámpara de petróleo, la luz de gas y la electricidad, en una permanente agitación, huyendo siempre de la sombra, contra la sombra, persiguiendo la sombra hasta el último y apartado rincón desde donde pudiera recordarnos la fragilidad del mundo y la finitud del hombre. Una sociedad, en definitiva, que no ha sabido encontrar ninguna belleza en la verdad....



Tuesday, October 25, 2005

Sobre Solaris de Steven Soderbergh

No son pocas las ocasiones en las que echa-mos pestes contra la decisión de algunas «ma-jors» de producir verdaderos engendros que cau-san estupor y vergüenza en nuestros ánimos. Por ello, es justo reconocer ahora la valentía de una de ellas, la 20th Century Fox, pues ha invertido una suma considerable de dinero en un producto destinado a fracasar en la taquilla. "Solaris" per-tenece a ese escaso grupo de películas que alientan al espectador a la reflexión al tiempo que desaparecen los tí-tulos de crédito finales de la pantalla. Debates como el del origen de la hu-manidad o su destino allá en la muerte, emergen de nuestra mente con vehe-mencia, se suceden sin pausa en nuestros pensamientos y nos alejan de una realidad donde el materialismo y lo vertiginoso imperan sobre la utopía y la quietud.
Es por ello que "Solaris" no es una cinta para todo tipo de público. Aquellos acostumbrados a la vivacidad de las imágenes de Bruckheimer, sólo hallarán tedio y aburrimiento en esta adaptación de la novela de Stanislaw Lem (lleva-da ya al cine en los setenta por Andrei Tarkovsky). La frialdad y la pasividad con la que se desarrolla la narración puede llegar a impacientar a parte de la platea, sin duda poco acostumbrada a que no la sobresalte una mano que re-pentinamente surja de la oscuridad o a que no la sobrecoja el desplome de al-gún edificio que cae a causa de una inesperada explosión. Nada de ello se ve en "Solaris", sólo, si acaso eso es poco, silencio y belleza.
Quizás el acierto de Soderbergh, aparte de la hermosura de algunas de las imágenes que nos propone, sea el de no extender aún más la historia, condensándola únicamente en cien minutos e impidiendo con ello que su ritmo se torne todavía más moroso (algo que, sin embargo, no consigue evitar del todo, tal y como sucede con los continuos «flashbacks» que nos cuentan cómo comenzó y terminó la relación en-tre Chris y Rheya). Aparte, el personaje de Snow, interpretado con cierta exageración por Jeremy Davies, interrumpe de vez en cuando la seriedad del relato, mientras que el de Gordon (Viola Davis) posee una personalidad difusa, pues si bien en su primera aparición se entrevé débil y asustadiza, finalmente acaba siendo resuelta y decidida. Mejor dibujados se nos muestran los retratos de los protagonistas, Chris y Rheya, ambos esplén-didamente interpretados por George Clooney y Natascha McElhone. En sus semblantes aparece una eterna incertidumbre que logran contagiar al especta-dor, pero también perdura la mirada de un amor que fluye en un desesperante imposible. De fondo, la música de Cliff Martinez subraya sin melodías la ex-trañeza de semejantes ambientes, convirtiéndose en un adecuado aliado de las propuestas de Soberbergh, aunque para mi gusto echo en falta una mayor me-lancolía en su música, demasiado aprisionada por la habitual atonalidad del compositor.
"Solaris" es, en definitiva, una película que no se ha hecho para conten-tar a las masas. A unos les parecerá un auténtico tostón y bostezarán con cada una de sus escenas; otros, en cambio, se dejarán imbuir por sus preguntas, aquellas para las que nuestro intelecto no tiene una respuesta. Quédese cada uno con la contestación que le dicte su corazón o su fe, inten-tando cuando menos disfrutar con los planteamientos positivos que hallarán en esta singular (e imperfecta) obra.

Wednesday, October 19, 2005

Con Ustedes Alejandro Badillo y su crítica cinematográfica


Un respiro en el agitado mundo corporativo que lo envuelve le ha dado oportunidad a nuestro héroe, el sempiterno ejote vengador, de asistir al cine para ver la última película de Carlos Reygadas: "Batalla en el cielo". Les ofrecemos en exclusiva su opinión del filme, antes que el mismísimo Top Magazine lo entrevistara. Disfrútenlo haciéndose bolas con sus argumentos.

¿Un intento pasado de tueste de cine experimental? ¿película para que enfermos intelectualoides se estrujen los sesos en revolucionarias teorías estéticas? ¿morbo para arribistas cultos? ¿película para que adolescentes morbosones la busquen en formato pirata? Un poco de todo diría yo. Carlos Reygadas, ofrece una película desconcertante, en el buen y en el mal sentido de la palabra. La trama que encontré en la red es esta:

Marcos (Marcos Hernández), trabaja como portero de Palacio Nacional y como chofer de una familia adinerada. Por medio de su esposa (Bertha Ruiz) se entera de que el bebé que ambos acaban de secuestrar ha muerto esa mañana. Buscando desahogarse, Marcos confiesa el crimen a la hija de su patrón, Ana (Anapola Mushkadiz), una chica que por diversión se prostituye y con la que él sostiene esporádicos encuentros sexuales. Pero la situación no mejora, y Marcos es presa de la desesperación a causa de sus propios actos.

La trama en apariencia resulta interesante, pero el problema de la película es que pierde total conexión con el espectador y se limita a ser casi arte-objeto, actores no profesionales que desconciertan con diálogos robóticos y en ocasiones cursis, un guión que desprecia la lógica y que intenta sostenerse sólo con imágenes. Al ver la película el espectador siente que está asistiendo a un freak-show, en ocasiones a través de la cámara que imita la visión del personaje principal, en otras atisbando por una ranura o en acercamientos que se alargan demasiado. Con todo lo anterior se comprende la posición del director al no querer explicar la película: cualquier explicación sobraría. Retomo la sinopsis: "Buscando desahogarse" ¿Buscando deshogarse? El protagonista es un bulto, se limita a decir su diálogo, vaya, apenas si mueve los labios para demostrar que está vivo, igual sucede con el resto de la historia: personajes indiferentes metidos a fuerza en la escena para después ser descuartizados por un microscopio omnipotente, como si estuvieran siendo observados por un Dios indiferente y gozozo de observar su freak-show. Reygadas echa por la borda la película cuando en el pretendido afán de ganar espontaniedad abruma con actuaciones vegetativas y manda a volar la lógica basado solamente en el discurso visual que de tan reiterativo resulta francamente kitch. La experimentación es peligrosa y veces sólo la entiende el director. No sé la valoración que se le deba dar a un arte que se regodea en en sí mismo y que en sus breves aproximaciones al espectador parezca que su objetivo es irritarlo.

Calificación final 2 estrellitas y media... por mamila


Friday, October 14, 2005

¡FELIZ CUMPLEAÑOS!


Desde estos lares mitológicos felicitamos a Alejandro Badillo, una de las cinco encarnaciones reconocidas del ejote vengador.
En su vigésimo octavo aniversario le decimos al unísono: "Ánimo muchacho, aún quedan muchas cervezas en el camino".

La brigada alcóholica de Sussex Inglaterra se une a los festejos. ¡Salud a todos, bellacos!.

Thursday, October 13, 2005

DESCONSOLADO

Tuesday, October 11, 2005

Y AHORA CON UDS. ALEJANDRO BADILLO




Gracias, gracias. Acudí a la lectura de “Molloy” obra de Samuel Beckett, irlandés bebedor, premio Nóbel y compañero de juergas de James Joyce. Parte de la trilogía conformada por “Malone muere” y “El innombrable”. Novela de difícil acceso, me dejó profundamente patidifuso y seriamente interesado en su estilo. Basado en la experiencia del absurdo, que me recordó la atmósfera cerrada e ininteligible del “Proceso” de Kafka, Molloy se regodea en giros lingüísticos, repeticiones obsesivas que transmiten la alineación interior, la soledad maniaca explorada de una forma personalísima. Completamente aislados y con una particular visión de los objetos-personas que los rodean (hay un episodio sumamente recomendable donde Molloy prácticamente se vuelve un objeto de jardín, vamos una planta ornamental), el dúo Molloy-Moran se encierra en discursos sin sentido, acosados por llegar a una meta (en el caso de Molloy, visitar a su madre, en Moran encontrar a Molloy, su doble) que apenas se dibuja en sus inconcebibles disertaciones. Molloy, paralítico, se encontrará al final de su travesía arrastrándose con sus muletas por un valle, sumido en sus cavilaciones. Por su parte, Moran en su intento por encontrar a Molloy, sufrirá una degradación física que lo pondrá en los límites de una metamorfosis definitiva con su objetivo. Molloy-Moran, encerrados en sus interminables discursos, observan, traducen, sintetizan su mundo en dudas y preguntas sin respuestas claras. Debo seguir analizando la novela y sobre todo consultar fuentes que me permitan ahondar más en el discurso Beckettiano. Supongo, por su estilo, que encontraré muchos estudios semióticos y cuestiones interpretativas, veremos. Entre tanto os dejo 16 inquietantes preguntas que propone Beckett en la página 217 de la edición de Lumen.

1.¿Qué valor debe otorgarse a la teoría de que Eva salió, no de la costilla de Adán, sino de un tumor donde la espalda pierde su honesto nombre (es decir, en el culo)?
2. ¿La serpiente reptaba o, como afirma Comestor, marchaba erecta?
3. María concibió por el oído, como afirman San Agustín y Abobardo? (Nota personal del ejote vengador: cotejar con el nacimiento de Gargantúa de Rabelais)
4. ¿Cuánto tiempo nos hará vegetar aún el Anticristo?
5. ¿Realmente tiene importancia con qué mano nos enjugamos el ano?
6. ¿Qué pensar del juramento proferido por los irlandeses con la mano derecha sobre las reliquias de los santos y la izquierda sobre el miembro viril? (Nota personal del ejote vengador: consultar referencias con Sergio Rosas)
7. ¿La naturaleza observa descanso dominical?
8. ¿Puede ser cierto que los diablos no sufren tormentos infernales?
9. ¿Qué pensar de la teología de Craig?
10. ¿Es cierto que San Roque de niño no quería mamar los miércoles ni los viernes?
11. ¿Qué pensar de la excomunión de insectos en el siglo XVI?
12. ¿Debe aprobarse la conducta del zapatero italiano Lovat, que se crucificó después de haberse castrado?
13. ¿Qué diantre hacía Dios antes de la creación?
14. A la larga, ¿la visión beatífica no debe de resultar aburrida?
15. ¿Debe ser cierto que el suplicio de Judas queda en suspenso los sábados?
16. ¿Y si la misa de los muertos se dijera por los vivos?
Y me recitaba el hermoso Padrenuestro quietista, Padre nuestro que no estás en el cielo ni en la tierra ni en el infierno, no quiero ni deseo que tu nombre sea santificado, tú sabes de sobra lo que te conviene, etc. La parte central y el final están muy bien.

Lectura en proceso: “El maestro de Petersburgo” de J.M. Coetzee.

Thursday, October 06, 2005

GENJI MONOGATARI


A través de de las aventuras del ficticio príncipe Hikaru Genji, esta antigua novela, escrita por Murasaki Shikibu, nos transporta a la esplendorosa vida cortesana del Japón de principios del siglo XI.
La novela de Genji es la gran obra maestra de la literatura japonesa de todos los tiempos. Escrita por una mujer del refinado Japón imperial de la segunda mitad del siglo X, la novela es una obra magna fascinante, a la altura del Quijote, Guerra y paz o Hamlet, que conjuga la novela de aprendizaje vital, el relato amoroso y erótico, la saga familiar y la crónica de costumbres, construyendo un gran friso histórico de una sociedad en pleno esplendor. Cinco siglos antes que Shakespeare, La novela de Genji preludia toda la gran literatura universal posterior, con un conocimiento extraordinario del alma humana, de su esencia trágica y cómica. Si se hiciera un canon oriental, a la manera de Harold Bloom, esta obra figuraría como la primera. Marguerite Yourcenar ya dijo que “no se ha escrito nada mejor en ninguna literatura”. La historia de Genji se esparce por más de medio siglo, con infinidad de personajes y de aventuras, muchas galantes, en que el protagonista, hijo del emperador a quien han alejado del poder desde su infancia, pugna por recuperar sus derechos. Una vida de éxitos y fracasos, de maquinaciones de poder y de erotismo que llenan el clásico más notable de cuantos quedaban por traducir a nuestra lengua.

Tuesday, October 04, 2005

La inmovilidad de la tarde



Ilustración inspirada por el cuento "La inmovilidad de la tarde" del ejote vengador, publicado gracias a los buenos oficios de Jaime Meza en el suplemento cultural "Fronda" de Intolerancia Diario.

Monday, October 03, 2005

PERDIDA EN TOKIO