Saturday, December 31, 2005

Última anotación del año

La última anotación del año y a contratiempo. La ola de parientes no se detuvo y ahora tenemos en casa a otro atribulado tío. La escena pasó de Dickensiana a Balzaquiana. Para aliviar el espíritu me subí a la cumbancha volante y recorrí las fantasmales calles de puebla. Mi idea era beber una buena cerveza en la antesala del nuevo año, pero para mi infortunio los bares estaban cerrados. En el centro encontré un poco más de actividad: visité una tienda altermundista, donde vendían máscaras de luchadores, contemplé librerías cerradas. Al finalizar conseguí algo bueno: el soundtrack de "The Crow" que había perdido hace tiempo, un disco del grupo de rock "Veruca Salt" y una rareza: la primera grabación norteamericana en la unión soviética de una orquesta de balalaikas.
Aquí termina un año, que el etílico espíritu del Meneses me acompañe a mi, y a la organización.

Salud.

Tuesday, December 27, 2005

Un poco de Quevedo para finalizar el año


Escuchando los éxitos de antaño, me di cuenta que el libro de cuentos de Kipling que compré viene enterito en varios sitios web. Al menos "La litera fantástica" costó $44 pesos, tiene una portada rosa con amarillo y un poema de Quevedo que no viene en la versión cibernética y que ahora me apresto a transcribirla para mis cultos lectores:

Desde la Torre

Retirado en la paz de estos desiertos
con pocos pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora
libra, ¡oh gran Iosef!, docta imprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquella el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.

Monday, December 26, 2005

Una queja


La noche del 25 terminé el cuento. El pobre tío sigue tristeando. Sobreviví el domingo viendo una película de Kurosawa y el documental de Win Wenders sobre "Buena vista Social Club".
Pasando a cosas menos mundanas. Desde aquí y en nombre del Marqués de Karabas y mío, expresamos nuestro rechazo a la cerveza Danesa Carlsburg. Una malteada de fresa es mas ruda que ese insípido brebaje. Sin cuerpo, sin sabor, sin potencia. Una afrenta a los bebedores y a la milenaria industria cervezera. Bebiendo con el Marqués de Karabás, nos preguntamos como pueden sobrevivir los daneses con ese tipo de cerveza. En mis pesquisas leí que, en Irlanda, los católicos beben Guiness y los protestantes Carlsburg. Por primera vez en mi vida me adhiero al catolicismo. Prometo probarla para la próxima ocasión.

Seguiremos informando.

Friday, December 23, 2005

Cinco pensamientos prenavideños

  • Antesala navideña. Hemos dado hospedaje a un pariente cercano. El pobre no soportó más las infidelidades de su esposa (ahora la llama "la señora") y tomó el primer autobús que lo llevara lejos de la ciudad. El reencuentro con la hermana y con los atolondrados sobrinos es digno de un pasaje de Dickens.
  • Estoy comenzando la lista de lo que dejé de hacer este año y lo que, en definitiva, no haré el próximo.
  • El día está nublado y ojalá hiciera un poco más de frío.
  • En el colmo de la ociosidad, estuve a punto de echar a perder la página. Todo empezó cuando en plena insesatez, traté de ponerle un contador al sitio. Después de casi dos horas de lucha, algunas invocaciones a satanás (salve gran señor), y algunas groserías templarias, pude ponerlo: un humilde contador, de números azul pálido. Envanecido por mi triunfo, traté de poner un tag board. Fue mala la decisión ya que, en mi esfuerzo inaudito y aventurero, cambié por error el código de la página y comenzó a mostrar cosas raras (ahora que lo pienso, en medio de ese enorme código de números y letras pudo haber estado el nombre de Dios). Tuve que hacer cirugía mayor: tuve que cambiar la presentación de la página, el contador que tanto trabajo me había costado insertar desapareció, y la foto con mi hermoso rostro se mudó hasta abajo. Seguiré intentando aunque bukowskianos sufra nuevas metamorfosis.
  • Me uní a un grupo en la red (hi5.com). Creo que tengo el perfil adecuado:
"VAMOS A ROBAR UN BANCO"

Grupo orientado a entrenar a la gente en actividades de rescate de dinero o sustraccion veloz del mismo. Un lugar para hacer dinero fácil, rápido y sin dolor. Si nunca has soñado con robar un banco, este lugar NO ES PARA TI.

Thursday, December 22, 2005

El Regreso de Andrey Zvyagintsev.



Hay piezas cinematográficas que por su solidez, por su pasmosa coherencia y unidad y por su extraordinaria mimesis entre forma y fondo, parecen creadas en un molde, rodadas en un solo día, en una toma, sin cortes ni cambios cronológicos y, ¿acaso no es una forma de perfección fílmica la eliminación de todo rastro de trucaje cinematográfico para ofrecer una sensación de progresión lógica y, en este caso, salvajemente paulatina? “El regreso”, película vencedora de una de las ediciones más ricas de la Mostra de Venecia, la del 2003, acumula méritos insólitos hasta convertirse en una joya de sutil orfebrería, en una malsana fascinación por las vidas brutales y agrestes de sus protagonistas.
Deslumbrante obra de un debutante, Andrey Zvyagintsev, la película muestra, sin embargo, un conoci-miento exhaustivo del tempo narrativo abierto a topo de halagos. De este modo, el joven ruso lanza una arriesgada apuesta por el relato susurrado, intravenoso, soterrado en un clímax continuamente sustentado en la atmósfera, en el matiz, en la mirada, en la agresividad contenida, en la sensación permanente de que ese apacible volcán humano va a sufrir una inminente explosión, una catarsis emocional. El director ruso construye un retrato de la dureza, del absurdo de los roles socialmente estipulados, con un inicio en el que el joven protagonista es tachado de cobarde por sus púberes amigos por no lanzarse al agua desde lo al-to. En ese momento, la película inicia una profundización, como empujada por una caída trágica, hasta el límite sobre el concepto de la valentía, de la dignidad y del respeto y, así, evoca una preciosísima pero urticante y casi autista relación de compensación entre las dos personalidades que tendrán que enfrentarse al regreso del título, al de un padre déspota y autoritario que impone su rol a la fuerza después de doce años de ausencia. Sin embargo, tras lanzar un dramático alegato contra la imposición de los sentimientos y abogar por la naturalidad y por los méritos adquiridos, “El regreso”, sin embargo, dispara un último grito de desesperada naturaleza humana, de insoportable consecuencia de los convenios sociales y la angustiosa sensación de orfandad aunque sea de la más endeble o cruel de las figuras paternas. De esta manera, “El regreso” toma el cariz de un enfermizo thriller claustrofóbico en sus espacios abiertos porque los personajes están presos en el pacto antropológico, sufren sus cargas y sus culpas cuando siempre les han sido negadas sus ventajas.
En brillante concordancia con esta gran potencia temática, la sensación de goteo emocional que “El regreso” proporciona está muy relacionada con su imagen desolada y gris, de una nostalgia que no encuentra pasado al que aferrarse, que la cámara del debutante ofrece y que culmina en su fantástica expresividad filosófica con una sucesión de fotografías en blanco y negro que resumen, de una manera sintética y radical, el contraste salvaje entre realidad y recuerdo, el gran favor que hace al ser humano la llamada memoria selectiva. Este recurso, especialmente infantil, nos da la única concesión al alivio que las interpretaciones intensas, durísimas que ha-cen los dos niños protagonistas, en la que plasman un sufrimiento que traspasa la pantalla y que choca frontalmente con el mutismo de la réplica adulta de Konstantin Lavronenko, su estricto padre. Porque quizá sea, finalmente, la oposición de términos, de caracteres, de posturas y de imágenes la que da a “El regreso” su calidad monolítica y genial, su magnífica redondez, su impactante y devastador efecto en el espectador.

MATEO SANCHO CARDIEL

Wednesday, December 21, 2005

Las maravillas de la tecnología Mexicana

Monday, December 19, 2005

EL SOÑADOR SNOOPY


"Contrapunto continuo a la congoja de los humanos, el perro Snoopy conduce a la última frontera metafísica de la neurosis de adaptación fracasada. Snoopy sabe que es un perro; ayer era perro; hoy es perro; mañana será quizás todavía un perro; para él, en la dialéctica optimista de la sociedad opulenta que consiente ascensos de status en status, no existe esperanza de promoción. A veces intenta el extremo recurso de la humildad ("nosotros, los perros, somos tan humildes...", suspira un tanto consolado), se une tiernamente a quien le promete estima y consideración. Habitualmente, no obstante, no se acepta e intenta ser lo que no es; personalidad disociada, si las hubo, le agradaría ser un caimán, un canguro, un pingüino, una serpiente... Intenta todos los caminos de la mixtificación, luego vuelve a la realidad, por pereza, por hambre, por sueño, por timidez, por claustrofobia (que le asalta cuando rastrea entre las hierbas altas), por dejadez. Estará sosegado, nunca feliz. Vive en un apartheid continuo, y del segregado tiene la psicología, de los negros a lo tío Tom tiene la devoción, faute de mieux, el ancestral respeto por el más fuerte."
Apocalípticos e Integrados Umberto Eco

Saturday, December 17, 2005

Canetti en Inglaterra



L a editorial Carl Hanser acaba de publicar en Alemania un nuevo libro de Elias Canetti (1905-1994), titulado Party im Blitz. El volumen, editado por Khristian Wachinger con la colaboración de Johanna Canetti —hija del escritor—, reúne textos que el autor de Auto de fe no dejó revisados para su impresión definitiva pero que pertenecen al último de sus proyectos: la supuesta continuación de su Historia de una vida con un cuarto volumen de memorias dedicado a los años que pasó en Inglaterra, desde 1938, año en que abandonó Austria huyendo del nazismo en compañía de su esposa Veza, hasta 1988, cuando se trasladó a Zurich con su segunda mujer. Este volumen, producto del feliz buceo en el voluminoso legado del escritor, se añade a otro publicado también recientemente por Hanser: Über den Tod, una recopilación de fragmentos sobre la muerte extraídos asimismo de entre las notas inéditas de Canetti. El curioso título del libro, que juega con la palabra inglesa party (fiesta) y la alemana Blitz (relámpago), tiene su origen en una experiencia del autor. Invitado a casa de unos amigos, en Hampstead Heath, donde residió durante algún tiempo en 1940, poco después de la célebre "Batalla de Inglaterra" y en plena ofensiva aérea alemana o Blitzkrieg ("guerra relámpago"), Canetti pudo contemplar a la luz de un claro día otoñal cómo en el cielo los aviones ingleses combatían contra los alemanes. Las estelas en zigzag que trazaban las máquinas al atacarse o esquivarse constituían un espléndido espectáculo, algo así como una "fiesta entre relámpagos" que le recordaba más a una inocente competición deportiva que a una batalla mortal. Se trataba de una celebración aérea cuya visión fascinaba y paralizaba a los espectadores, y contrastaba con las otras fiestas, más "secas" y menos luminosas, que los ingleses, dotados de su proverbial flema, continuaban celebrando como si los bombardeos fueran una molesta inclemencia climática. También Canetti observaba la contienda mundial desde lejos, y ello "a pesar de que es una guerra que se emprende por defender a los tuyos", como escribió. Su principal tarea durante los primeros años de exilio fue el ingente estudio preparatorio para la que consideraba su obra principal: Masa y poder, que publicaría en 1960. El cosmopolita de origen sefardí era en realidad un escritor desconocido: aunque había publicado ya su novela Die Blendung (1935) en el continente, la obra no aparecería en inglés hasta 1946 con el título de Auto-da-fe, e incluso entonces apenas tendría resonancia; pero aquel hombre orgulloso y vivo pasaba por ser un inteligente intelectual al que todo el mundo recibía, pues, al parecer, subyugaba a cuantos lo conocían con su manera de comportarse y su fabulosa capacidad de escuchar y dialogar: "Para muchas personas llegué a convertirme en una especie de vicio al que no querían renunciar. Aunque yo tampoco era menos vicioso, pues siempre me mostré dispuesto a dejarme arrastrar a esas interminables conversaciones que duraban horas enteras. Me gustaba escuchar y empaparme de lo que los otros me contaban de sus vidas". Así, aunque Inglaterra estaba en guerra y los recuerdos de Canetti se concentran principalmente en la época en que caían bombas sobre Londres —de ahí que abandonase la metrópoli para residir en sus inmediaciones, en Amersham y Hampstead—, los acontecimientos históricos sólo están presentes como telón de fondo en unos textos que el escritor comenzó a redactar en su vejez, concretamente en 1990; deseaba, antes que cualquier otra cosa —su teoría sobre el totalitarismo había quedado más o menos plasmada en Masa y poder—, rememorar a las personas: "Quiero mantener vivos sólo algunos caracteres que en aquella época llegaron a convertirse para mí en figuras y que continúan siéndolo, a pesar de que desde hace decenios no he vuelto a verlos". Las personas son, en su irrepetible singularidad, las que ocupan su mente y merecen ser sustraídas al olvido. Así que, como ya hiciera en El juego de ojos, el tercer tomo de Historia de una vida, también en esta ocasión Canetti ejerce de retratista y juez —nadie más admirador que él, pero también nadie más iconoclasta y despreciador— de sus conocidos ingleses. Al comienzo de estas páginas, el escritor revelará la clave de su celebrado arte miniaturista; durante los años ingleses, confiesa, se empapó de Hobbes o Burton, pero hubo un autor y una obra que se ganaron su especial aprecio: John Aubrey y su Brief Lives, donde éste trazó más de 450 retratos en miniatura. Ésta había sido su lectura predilecta mientras permaneció en Inglaterra. Por las páginas de este singular Party im Blitz desfila una hilera de retratos, algunos microscópicos y otros casi a tamaño natural, de una parte considerable de la intelectualidad inglesa de los años cuarenta tanto como de otros habitantes menos significativos del célebre barrio de Hampstead y sus inmediaciones. Así, desde el filósofo Bertrand Russell, el sinólogo Arthur Waley, el poeta Herbert Read, Dylan Thomas, las escritoras Diana Spearman, Verónica Wedgwood y Kathleen Raine, el compositor Vaugham Williams, el escultor Henry Moore, políticos como el conservador Enoch Powell y el ministro laborista Douglas Jay o los aristócratas Aymer y Gavin Maxwell, grandes viajeros y protectores financieros de Canetti, hasta los caseros en Chesham Bois —el curioso matrimonio Milburn— o el barrendero sabio con apariencia de apóstol, la galería de retratos es imponente, pero a veces las pinceladas son demasiado breves. Junto a los ingleses, Canetti recuerda también a algunos emigrados continentales, como el pintor Oskar Kokoschka, el etnólogo Franz Steiner o la escritora Friedl Benedikt. A la mayoría de las figuras públicas Canetti las conoció de manera superficial en esas parties inglesas, "tan absurdas como frías", que tanto le llamaron la atención y en las que nunca se había sentido "tan abandonado e inconsolable", ya que en semejantes encuentros sólo se mantenían conversaciones convencionales y nunca se trataba a las personas con verdadera intimidad. Ello no es óbice para que, a veces tan sólo de un vistazo, creyera conocer bien a sus "figuras tipo", como por ejemplo al poeta y premio Nobel de Literatura T. S. Eliot, verdadero mandarín de la época contra quien Canetti arremete con ira, haciendo gala de un odio apasionado: "No puedo escribir su nombre sin verme impulsado a atacarle". Ahora bien, el galardón del desprecio se lo lleva la escritora Iris Murdoch, a la que el autor de La lengua absuelta en modo alguno conoció de forma fugaz. El escritor fue su amante, y su relato es de una crudeza y explicitud, está cargado de tanto desprecio y animadversión, que incluso raya el mal gusto. El breve capítulo dedicado a la novelista irlandesa ha suscitado el mayor interés por parte de un público ávido de impresiones morbosas. En cambio, de la vida real de los Canetti en Inglaterra, donde se sabe que pasaron penalidades económicas, nos quedamos sin saber nada, y también muy poco de Veza, la inteligente y sufrida primera esposa, que moriría en Inglaterra. En Alemania se ha recibido el libro con sumo interés, aunque la crítica no se ha dejado deslumbrar y ha sido justa: se muestra unánime en advertir a los lectores de que es un libro para "canettianos", sólo para sus incondicionales. La desigualdad estructural, las repeticiones y esa muestra ostentosa de la personalidad de Canetti que rebosa casi en cada una de sus frases, esos juicios de verdadero outsider individualista y ciertamente arrogante, espantarán a quienes no estén acostumbrados a la magia que, en general, rebosa de sus escritos. ~

Monday, December 12, 2005

NOTAS SOBRE EL CADÁVER DE UN GATO


En la calle donde está mi domicilio, un gato muerto se descompone gracias a la acción del tiempo y de la intemperie. Lo descubrí gracias a mi manía por observar detalles en el piso y en cierta obsesión infantil por los que habitan tras las rejas de mis vecinos. Un gato muerto en una casa abandonada es objeto de breves asombros y, quizá, motivador de algún monosílabo, ligeros fruncimientos de nariz. En este caso en particular, nadie le dio cristiana sepultura y el gato inanimado sigue echado en su muerte, retando la labor de gusanos y demás animalillos. Mi diario trajinar por la calle me hizo testigo involuntario de su lentísimo reciclaje. La ausencia –a primera vista– de marcas en su cuerpo, me llevó a deducir que su muerte no era producto de alguna batalla felina, de esas que tanto gustan a los insomnes. Al pasar los días, sin datos para sostener ninguna teoría de respeto, mi rebuscada imaginación me hizo ver al gato víctima de una emboscada, encontrando la muerte a manos de una bruja. La imaginación fue a más (la ociosidad de diciembre puede dar frutos sorprendentes) y así reconstruí una añeja disputa entre dos familias, la maldición de un gato muerto, dejado en sigilo tras las rejas. Pasaron los días, el olor de la pudrición fue menguando así como la frágil estructura del cuerpo. El tronco se desinfló como globo pinchado y el piso fue absorbiendo parte de las patas y de la cola. A veces pensé que estaba frente al fósil de una bestezuela fantástica, aún sin clasificar por los científicos, y hubo un tiempo en que más que cadáver fue mero rompecabezas gatuno. El pelaje ha perdurado y ahora parece una magra alfombrilla resecada por el sol, cada vez más distante de la cabeza que ya deja ver asomos de hueso. El gato me mira todos los días con sus ojos vacíos y podría decirse que siente natural orgullo de su exhibicionismo. Los gusanos y demás insectos que, en teoría, deberían reducir su cadáver a su mínima expresión, han abandonado la empresa exhaustos, esperando que algún buitre imaginario tome su lugar y de punto final a la historia. Sin embargo, a pesar de todo, el maldito gato sigue ahí, y la heroicidad de su resistencia me hace pensar que tal vez espere la compasión de un taxidermista. Para los místicos, el bosquejo de su cuerpo será una variación inesperada de la naturaleza, una broma que Dios puso cerca de mi casa. Lo único cierto es que esta historia explicaría muchas cosas: que las nueve vidas son nueve muertes, que el eterno retorno de Nietzche no es privativo de los humanos, y que no es aconsejable la súbita extinción de un gato, porque no asimila su muerte y, pensando que sigue vivo, espera tras la reja de una casa, paciente como momia felina, que alguien la desencante acercándole un tazón con leche.
Alejandro Badillo. De la serie "Divagaciones con objetos cotidianos"












Saturday, December 10, 2005

Thursday, December 08, 2005

El extraño encanto de la muerte

EL EXTRAÑO ENCANTO DE LA MUERTE

“Aquí yace Moliere el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien”
Epitafio en la tumba de Moliere

Hay imágenes que marcan cierta etapa de tu vida, que vuelven a ti, como una advertencia de las que hay cosas que te empiezas a dar cuenta y que después ya nada volverá a ser como antes. Recuerdo a un anciano caminar todos los días por la calle donde vivía, yo me preparaba para ir a la escuela y lo veía pasar, caminando trabajosamente frente a mi ventana. Era familiar de una vecina, y por oídas sabíamos que estaba de visita. A pesar de tener poco tiempo de verlo, me fui acostumbrando a su andar lento y su bastón tembloroso. Admiraba su constancia de levantarse temprano para caminar hasta la tienda y comprar pan o huevo. Un día ya no salió, pensé que había regresado a su hogar, después me enteré que había muerto. Esto de lo que hablo quizá no tenga demasiada relevancia, mucha gente muere todos los días. Sin embargo, esa muerte fue especial para mí, tenía alrededor de unos doce o trece años, a esa edad uno ya tiene conciencia de que la muerte es algo inevitable, como un reloj de arena que corre lentamente y que algún día estará vacío. Lo relevante era que yo no conocía a nadie que hubiera muerto, ni un familiar, ni un conocido, me consideraba afortunado de no tener que lidiar con tales cosas. Mi contacto con la muerte era lejano, y eso me mantenía en una burbuja, en un mundo artificial, que se vino a derrumbar con un anciano del que no conocía ni siquiera el nombre, una persona a la cual el único vínculo que me unía, era verla pasar por mi ventana. No sentía tristeza, ni alegría. La muerte del anciano, en vez de quitarme algo, me regaló un vacío que sabía nunca iba a desaparecer.

Dicen que el gran problema de la muerte no es ella, sino la actitud del hombre ante ese sueño irreversible, ese cerrar de ojos para siempre. En todas las culturas del mundo la muerte va acompañada de ritos funerarios, la mayoría de ellos bastante elaborados. Estos funcionan como un conjuro contra la muerte, una manera de disfrazar el temor ancestral ante lo inevitable. Para ilustrar la sobrevivencia del alma, la religión cristiana se ha valido de muchos recursos: las escrituras interpretadas como paraísos, infiernos, purgatorios, atroces castigos para los pecadores y la salvación para los fieles. La salvación es un punto fundamental en la doctrina cristiana, asegurar la vida eterna, una promesa jugosa que en la Edad Media se comercializaba con indulgencias. La promesa del evangelio era literal: el cuerpo volvería a ser carne. San Agustín afirmaba que “cada cabello caído durante la vida y cada uña cortada serán restituidos en su totalidad, aunque de modo invisible, en el nuevo cuerpo celestial”. La religión cristiana, es una religión de sobrevivencia.

Otro concepto acerca de la muerte es el que tiene el budismo. En este, no hay cabida para infiernos, ni paraísos dantescos. Es la reencarnación, la rueda de la vida (samsara) en ella la existencia es una escuela para aprender, las lecciones son duras, la muerte es sólo una transición, un nuevo nacimiento. Esta idea de la muerte como liberación puede llegar a ser tan tentadora que la naturaleza ha tomado sus precauciones y ha instalado en el hombre el miedo a morir como un enorme cerrojo, que impide que haya suicidios masivos de gente que trata de huir de las difíciles pruebas de la existencia.

El temor de la muerte tiene mucho que ver con su constante presencia, con verse reflejado en ella, en un espejo macabro. En la Edad Media, durante las pestes, la muerte era vista como un castigo divino al comportamiento pecador de la humanidad, era común que diezmara a más de la mitad de muchas poblaciones. En el Diario del año de la peste de Daniel Defoe, se narra cómo los muertos eran enterrados con rapidez, la gente quería deshacerse de ellos lo más pronto posible, incluso familiares abandonaban a sus parientes. Los encargados de sacar los cadáveres eran llamados “cuervos”, y se contaba historias terribles de ellos, que mezclaban gente moribunda con los muertos, y aprovechaban a robar en las casas donde eran llamados. Ante una amenaza constante que pendía sobre sus cabezas, la gente tomaba direcciones opuestas, desde los que seguían el consejo de los sacerdotes que recomendaban un total ascetismo, templanza y continuos rezos, hasta los que se entregaban a la bebida y el desenfreno puesto que ya nada importaba.

La muerte es efímera, llega con su guadaña y cercena vidas con rapidez; pero a pesar de su eficacia, no es perfecta, porque deja un gran problema: abandona un cuerpo vacío, unos ojos sin movimiento, relegado todo a una lenta descomposición. Deja una nota cruel e irónica de que somos materia y que a pesar de todos los avances tecnológicos seguimos sujetos a sus reglas. Entonces el hombre se enfrenta a tener que separar el concepto de alma y cuerpo; para el último adiós, a los muertos se les viste con elegancia, se les maquilla para que estén presentables, les juntan las manos en el pecho con los dedos entrelazados, como si fueran a rezar eternamente. Otro aspecto que ha olvidado la muerte dejándonos un envase vacío es el morbo que provoca, la contradictoria fascinación de ver el cuerpo humano en su estado más difícil de asimilar. Francisco González Crussi relata que a fines del siglo XIX, atrás de la afamada Catedral de Notre Dame, en París, se ubicaba la morgue municipal. Este recinto abría sus puertas a la multitud que se acercaba a contemplar la muerte de cerca. Era un verdadero espectáculo que llegaba a todas las clases sociales, y los mejores lugares siempre estaban peleados. Refiere: “Verdaderas multitudes de espectadores se apretujaban contra los cristales; se indignaban cuando las planchas estaban libres y no había muertos que contemplar; insultaban al encargado cuando, debido al gran número de asistentes, se les instaba a circular; vociferaban su enojo cada vez que, habiendo esperado mucho tiempo, llegaba la hora de cerrar. ¡Apenas lo dejan a uno ver!, ¡qué fastidio!, ¡siempre la mala organización!”.

La mirada obsesiva al cuerpo, ese no querer ver pero voltear continuamente a lo misterioso e indescifrable, aunque sea sólo un pequeño fragmento, un atisbo de lo que somos. No se puede negar la curiosidad humana, la gente que se amontona alrededor de un accidente es plena muestra de ello, los cementerios y las innumerables supersticiones que cobijan. Parecería que a la gente le gusta coquetear con la muerte. Ahora los noticieros se empeñan en mostrar más muertos en las pantallas, para elevar la audiencia, ante sucesos cada vez más triviales; le apuestan a la sensibilidad, a lo trágico. Pero ahora un cadáver televisivo se ha convertido en una imagen irreal, en un maniquí que cumple una función de escaparate. Ante la bombardeo constante de información llegan a diario noticias de muertos en accidentes de avión, en actos terroristas, en asaltos, pero en una sociedad cada vez más individualista, estos cuerpos sin vida nos son lejanos, nos afectan cada vez menos.
La muerte tiene muchas facetas, para mí el temor a la muerte no es a dónde voy a ir sino el miedo a una transición dolorosa, al sufrimiento, una despedida nada agradable. Dicen que la muerte más dulce es la que llega mientras se duerme, uno se interna en las tinieblas de los sueños para no volver a despertar. Me gustaría pensar que moriré dentro de muchos años, dormido, después de haber presenciado un buen partido de futbol y de haber tomado un buen gin tonic. Pero sé que sólo es un buen deseo, la muerte es impredecible y uno de sus encantos es que puede deparar muchas sorpresas: la noche anterior a su asesinato el emperador romano Julio César había cenado en casa de Emilio Lépido y en el transcurso de la velada la charla había tratado del tipo de muerte que cada cuál prefería. César declaró que la deseaba rápida e inesperada. Al día siguiente, acometido por todas partes por puñales desenvainados, se cubrió la cabeza con la toga estirando sus pliegues con la izquierda, y así, ante esa defensa inútil, fue atravesado por veintitrés puñaladas.
Alejandro Badillo

Monday, December 05, 2005

Agradecimientos



El titular de este sitio agradece al joven Victor Manuel J.M. por patrocinar y supervisar la visita a conocida casa de burlesque de la ciudad. Asimismo agradece las finas atenciones del joven Jorge Cruz al llevarlo a otra casa de mala nota. De esta última visita, realizada el sábado de la anterior semana, no se puede abundar en detalles ya que comprometerían el ya menguado prestigio de tan dispares personajes. También agradece la propuesta de Maribel Casique sobre los libros de Enrique Serna y Albert Cohen. El ejote vengador trató de comunicarse via telefónica para finiquitar detalles de la transacción. No encontró a la menesterosa dama, así que espera no se haya ido de farra a esos lugares de perdición que tanto afectan a nuestra juventud. Hecha esta aclaración e inundado ya por el espíritu navideño, apunto las primeras compras pre-navideñas de libros:

El informe de Brodie Jorge Luis Borges Emecé 30 Pesos
La montaña del Alma Gao Xijián Ediciones del Bronce 30 pesotes
Cuentos de soldados y civiles Ambroce Bierce Milenio 23 pesos
Todo un Hombre Thom Wolfe Ediciones B 40 pesotes.

Seguiremos informando

Thursday, December 01, 2005