Thursday, December 22, 2005

El Regreso de Andrey Zvyagintsev.



Hay piezas cinematográficas que por su solidez, por su pasmosa coherencia y unidad y por su extraordinaria mimesis entre forma y fondo, parecen creadas en un molde, rodadas en un solo día, en una toma, sin cortes ni cambios cronológicos y, ¿acaso no es una forma de perfección fílmica la eliminación de todo rastro de trucaje cinematográfico para ofrecer una sensación de progresión lógica y, en este caso, salvajemente paulatina? “El regreso”, película vencedora de una de las ediciones más ricas de la Mostra de Venecia, la del 2003, acumula méritos insólitos hasta convertirse en una joya de sutil orfebrería, en una malsana fascinación por las vidas brutales y agrestes de sus protagonistas.
Deslumbrante obra de un debutante, Andrey Zvyagintsev, la película muestra, sin embargo, un conoci-miento exhaustivo del tempo narrativo abierto a topo de halagos. De este modo, el joven ruso lanza una arriesgada apuesta por el relato susurrado, intravenoso, soterrado en un clímax continuamente sustentado en la atmósfera, en el matiz, en la mirada, en la agresividad contenida, en la sensación permanente de que ese apacible volcán humano va a sufrir una inminente explosión, una catarsis emocional. El director ruso construye un retrato de la dureza, del absurdo de los roles socialmente estipulados, con un inicio en el que el joven protagonista es tachado de cobarde por sus púberes amigos por no lanzarse al agua desde lo al-to. En ese momento, la película inicia una profundización, como empujada por una caída trágica, hasta el límite sobre el concepto de la valentía, de la dignidad y del respeto y, así, evoca una preciosísima pero urticante y casi autista relación de compensación entre las dos personalidades que tendrán que enfrentarse al regreso del título, al de un padre déspota y autoritario que impone su rol a la fuerza después de doce años de ausencia. Sin embargo, tras lanzar un dramático alegato contra la imposición de los sentimientos y abogar por la naturalidad y por los méritos adquiridos, “El regreso”, sin embargo, dispara un último grito de desesperada naturaleza humana, de insoportable consecuencia de los convenios sociales y la angustiosa sensación de orfandad aunque sea de la más endeble o cruel de las figuras paternas. De esta manera, “El regreso” toma el cariz de un enfermizo thriller claustrofóbico en sus espacios abiertos porque los personajes están presos en el pacto antropológico, sufren sus cargas y sus culpas cuando siempre les han sido negadas sus ventajas.
En brillante concordancia con esta gran potencia temática, la sensación de goteo emocional que “El regreso” proporciona está muy relacionada con su imagen desolada y gris, de una nostalgia que no encuentra pasado al que aferrarse, que la cámara del debutante ofrece y que culmina en su fantástica expresividad filosófica con una sucesión de fotografías en blanco y negro que resumen, de una manera sintética y radical, el contraste salvaje entre realidad y recuerdo, el gran favor que hace al ser humano la llamada memoria selectiva. Este recurso, especialmente infantil, nos da la única concesión al alivio que las interpretaciones intensas, durísimas que ha-cen los dos niños protagonistas, en la que plasman un sufrimiento que traspasa la pantalla y que choca frontalmente con el mutismo de la réplica adulta de Konstantin Lavronenko, su estricto padre. Porque quizá sea, finalmente, la oposición de términos, de caracteres, de posturas y de imágenes la que da a “El regreso” su calidad monolítica y genial, su magnífica redondez, su impactante y devastador efecto en el espectador.

MATEO SANCHO CARDIEL

1 Comments:

Blogger Mamá-Z said...

Estimado Agilulfo Emo Bertrandino de los Guildivernos y de los Otros de Corbentraz y Sura (digo estimado, porque tu blog y tus palabras me han hecho estimarte sin conocerte):

Hasta ahora (octubre de 2008) no había visto la película de Zvyagintsev, y he queda profundamente emocionado.

Hay elementos, sin embargo, que merecen subrayarse para, a partir de ellos, hacer lecturas y relecturas de El regreso:

1. Nadie sabe de dónde viene el padre. ¿Lo saben acaso la madre o la abuela? ¡Quién sabe! Los rostros de ambas mujeres hablan de melancolía y de agotamiento ante el peso de la realidad.

2. Los niños encuentran a su padre recostado en la cama. El padre parece un Cristo descolgado de la cruz, desfalleciente, moribundo.

3. Para comprobar su identidad, Iván busca una fotografía de su primera niñez (su madre, su hermano, él... y su padre). ¿De dónde saca la fotografía, dónde la tenía guardada? ¡En un libro de ilustraciones bíblicas! ¡Es él!, dicen los niños.

4. En la mesa, el padre sirve el vino y reparte el pan.

Creo que esta serie de elementos del principio de la película podría ayudarnos a retomar la película con ojos más atentos, ojos como los tuyos, Agilulfo.

8:24 AM  

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