Saturday, February 28, 2009

La faena



Lemus percibe cómo cada movimiento, cada gesto que esboza, no se pierde, sino que deja breves reminiscencias, como si estuviera hecho de humo. La mujer, en el intento de la paloma, deja un reguero de maltrechas servilletas; se queda mirándolas un buen rato, enojada, impotente. El odio hace de su rostro un objeto bello, más vivo, como iluminado por una vela. En el silencio de la mujer, en sus maneras de gata vieja, Lemus cree descubrir el desgaste de Dios, la razón por la cual se ha desentendido del mundo. Después de oír su confesión siente que habita la punta de una flama, que su alma es un negrísimo pabilo. Quiere imaginar que la historia de la mujer es falsa, que no es un asunto de infidelidad, sino de amantes que no supieron luchar, que el tiempo volvió mediocres.
Fragmento de mi relato La faena, de próxima aparición en la revista Crítica de la Universidad Autónoma de Puebla Marzo-Abril 2009.

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