LA MIRADA
La mirada. El mundo lo vemos a través de ella. La mirada puede idealizar, puede estar vestida con un brillo especial en los ojos o puede estar temblorosa y húmeda por las lágrimas. Entre los vagones atestados del metro, una mirada idealiza, fantasea impunemente, sin que nadie la reprima. En un bar la mirada está inmersa entre los hielos de un Gin Tonic o busca establecer contacto con otra, quizá perdida entre las mesas envueltas en humo de tabaco, esperando una oportunidad para empezar el diálogo silencioso, ese que sólo se puede establecer entre dos miradas solitarias.
Los ojos tienen poder, eso lo sabían las culturas antiguas, que crearon todo una mitología y supersticiones alrededor del ellos. Los ojos pueden hechizar, nos acechan vigilándonos, o pueden intimidar para alejar depredadores como las alas de ciertas mariposas, que tienen como arma defensiva un ojo grande y amarillo de búho. Los iconoclastas medievales cuando destruían las imágenes, encontraban particular fascinación en mutilar los ojos de los santos. También los ojos pueden ser objeto de las más diversas reflexiones y –también obscenidades-: Bataille cuenta en “Historia del ojo” la semejanza de los testículos del toro con los globos oculares. También relata la ceguera se su padre, la forma extraña de “mirar” cuando orinaba , según Bataille estos recuerdos de su niñez explican las continuas referencias escatológicas cada vez que aparecen el huevo o los ojos en el relato.
Pero en estos tiempos ¿Hasta que punto la mirada ha sido acostumbrada a querer obtener una recompensa fácil?. A querer ver solo superficies vacías. Quizás está demasiado exhausta, la velocidad de las imágenes la confunde. Ha sido atrapada en un mundo de fantasmas, y por eso ahora es precavida, camina desconfiada por las calles, ya no se detiene en los detalles, en la lentitud que exige una obra de arte, ahora todo tiene que ser probado, digerido y desechado en segundos. ¿Dónde esta esa mirada que podía permanecer lánguida, silenciosa, en medio de la noche? Ahora la mirada examina, sopesa, descalifica, quiere desentrañar todos los misterios y quizá lo logre, pero ha pagado un precio muy alto, ahora sufre de raptos de locura, porque ve tanto que en realidad no ve nada, el mundo es una referencia inútil, porque aunque está todo el tiempo en pantallas de televisión y monitores de computadora, en aparadores y anuncios; se está volviendo cada vez más artificial, esa no existencia es equiparable a una invisibilidad.. La mirada pasea por caminos llenos de espejos que le devuelven su reflejo distorsionado, y ella cae en la trampa, como un narciso embelesado por su propio reflejo. Para la mirada el mundo exterior es un mito, algo de lo que se habla todo el tiempo pero que nadie conoce. Se podría decir que la mirada ha sido secuestrada, ha quedado atada de brazos y piernas como el padre ciego de Bataille que a pesar de tener los ojos muy grandes y abiertos, están envueltos por una densa oscuridad que no le permite ver nada, y que en las noches le hace aullar de dolor e impotencia.
Los ojos tienen poder, eso lo sabían las culturas antiguas, que crearon todo una mitología y supersticiones alrededor del ellos. Los ojos pueden hechizar, nos acechan vigilándonos, o pueden intimidar para alejar depredadores como las alas de ciertas mariposas, que tienen como arma defensiva un ojo grande y amarillo de búho. Los iconoclastas medievales cuando destruían las imágenes, encontraban particular fascinación en mutilar los ojos de los santos. También los ojos pueden ser objeto de las más diversas reflexiones y –también obscenidades-: Bataille cuenta en “Historia del ojo” la semejanza de los testículos del toro con los globos oculares. También relata la ceguera se su padre, la forma extraña de “mirar” cuando orinaba , según Bataille estos recuerdos de su niñez explican las continuas referencias escatológicas cada vez que aparecen el huevo o los ojos en el relato.
Pero en estos tiempos ¿Hasta que punto la mirada ha sido acostumbrada a querer obtener una recompensa fácil?. A querer ver solo superficies vacías. Quizás está demasiado exhausta, la velocidad de las imágenes la confunde. Ha sido atrapada en un mundo de fantasmas, y por eso ahora es precavida, camina desconfiada por las calles, ya no se detiene en los detalles, en la lentitud que exige una obra de arte, ahora todo tiene que ser probado, digerido y desechado en segundos. ¿Dónde esta esa mirada que podía permanecer lánguida, silenciosa, en medio de la noche? Ahora la mirada examina, sopesa, descalifica, quiere desentrañar todos los misterios y quizá lo logre, pero ha pagado un precio muy alto, ahora sufre de raptos de locura, porque ve tanto que en realidad no ve nada, el mundo es una referencia inútil, porque aunque está todo el tiempo en pantallas de televisión y monitores de computadora, en aparadores y anuncios; se está volviendo cada vez más artificial, esa no existencia es equiparable a una invisibilidad.. La mirada pasea por caminos llenos de espejos que le devuelven su reflejo distorsionado, y ella cae en la trampa, como un narciso embelesado por su propio reflejo. Para la mirada el mundo exterior es un mito, algo de lo que se habla todo el tiempo pero que nadie conoce. Se podría decir que la mirada ha sido secuestrada, ha quedado atada de brazos y piernas como el padre ciego de Bataille que a pesar de tener los ojos muy grandes y abiertos, están envueltos por una densa oscuridad que no le permite ver nada, y que en las noches le hace aullar de dolor e impotencia.
Alejandro Badillo
1 Comments:
Muy buen texto, mi estimado. Buenas reflexiones acerca de la mirada -también podría añadirse la mirada a una obra literaria...
Excelente, mi estimado,
Salud!!!!
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