Thursday, May 18, 2006

Posología de la dosis

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Hoy todo el mundo sabe lo que es un analgésico, pero hace años esa palabra pertenecía al lenguaje culto. Lo que no sabríamos decir es si la oferta de analgésicos creó los dolores de cabeza o no hizo otra cosa que responder a una demanda latente, a la que sólo faltaba poner nombre. Lo cierto es que no se le ocurre a uno cómo nombrar un medicamento antidoloroso si no es con esta palabra mágica: analgésico. Basta casi con pronunciarla para sentir un alivio considerable, sobre todo si la pronunciamos al tiempo de tomar una bebida caliente. Analgésico. Analgésico. Qué gusto.
Resulta curioso que los periódicos tengan secciones de divulgación científica, donde se nos muestra la evolución de los neutrinos (en el caso de que existan), aunque no tengamos nada que ver con ellos, y que no ofrezcan sin embargo una sección de gramática, de lengua, o como quiera que se llame, en la que se persiga la evolución de las palabras, al menos de las palabras cuya influencia en nuestra vida cotidiana está fuera de toda duda. Analgésico es una de ellas. Y posología también. Antiguamente se decía dosis (o diócesis), lo que no es exactamente lo mismo.
-¿Cuál es la dosis indicada, doctor?
-Ahora ya no se dice diócesis, sino posología.
El paso de la dosis a la posología fue muy duro para los hipocondríacos, porque posología no significa prácticamente nada. Dice uno "posología" y no ocurre nada dentro de su cabeza. Sería mejor decir "posología de la dosis", aunque quizá constituya una redundancia, no lo sé. El caso es que a mucha gente le hace más efecto la pastilla cuando en lugar de tomar una posología de ella toma una dosis (o una diócesis).
Otra cosa muy desconcertante que antes prácticamente no existía es el "modo de empleo". Se entiende el "modo de empleo" en una herramienta, pero en una medicina suena raro, como si en lugar de ingerirla se la tuviera uno que poner a manera de prótesis. El "modo de empleo" se ha popularizado con los parches, pero lo más probable es que naciera con el supositorio. El primer hombre que vio un supositorio debió de quedarse como el que descubrió el centollo. "¿Cómo se come esto?", se preguntarían los dos. Y es que no se comen: uno se introduce por el recto y el otro se chupa.
De pequeño oí la historia de un enfermo inculto al que el médico había recetado unos supositorios. Como el hombre no sabía qué hacer con aquella cosa tan rara, telefoneó al médico quien le dijo que se los metiera por el culo.
-¿Qué te ha dicho el doctor? -preguntó la esposa.
-Se ha enfadado y me ha dicho que me los meta por el culo.
-Si es que eres un pesado -concluyó la mujer.
No queremos ni pensar qué habría sucedido si le hubiera hablado de la posología en lugar de la diócesis. Las palabras matan.

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