El Diván del Diablo de Pedrito Palou
Texto que circula por mail sobre la última novela de Pedrito Palou. Como dudo que haya algún valiente que la publique la pongo. Queda a juicio de la posteridad. Salve
Necedad con disfraz de ciencia literaria: El diván del Diablo y el complicado drama de las letras poblanas.
Tal y como ocurrió con las formas cultas del latín, el Castellano elegante, la llamada “lengua de Cervantes”, tiende al olvido parsimoniosamente. El vate, el juglar, el rapsoda, en un trechoimportante de la historia universal fueron ungidos por emperadores hasta quedar establecidos dentro del vulgo. Si el mismo proceso ocurriese hoy con el escritor, que quede relegado a sobrevivir entrelas masas, éste posiblemente encontraría un vínculo importante paraprevalecer como líder de opinión y, con trayectoria comprobada, erigirse guía moral e intelectual de su comunidad.La clave radica en el uso del lenguaje. Es cierto que el Escritor fue marginado por los grandes públicos; ya no es el centro de atención, el tema de conversación en tertulias, ni siquiera desfila sobre la alfombra roja antes de embrutecerse dentro (y fuera) de la disco. Sí, como alguna vez fue época dorada de los primeros lectores de Honorato de Balzac (que no para el propio Balzac); menos como el sobrevalorado Truman Capote, que bien podría ser tema obligatorio en sesiones de doble “A” y, en la misma ruta de los estragos del alcohol, en talleres de iniciación literaria que ofrece la Secretaría de Cultura.Al concluir El diván del Diablo, la última publicación de Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966), está claro que el escritor también ha marginado sin menoscabo a esa multitud que se le niega: Claudio Romero, víctima de una enfermedad que “la ciencia médica no tiene respuesta” (“asilomanía”, ilustra el autor), inicia una aventura en el interior de la Casa de los Enanos, sitio indicado para “asilómanos”, de la cual se arrepentirá el resto de sus días. Comienza la lectura: luego de una ardua sesión descriptiva (dos hojas completitas) parece que llega la acción: “no quiero entrar en detalles de cuánto pasó por mi mente esa mañana”, aclara para inmediatamente detallar más y más, con precisión cuasi matemática, esa maraña que los escritores reconocen como “producto de la imaginación”... ¿Escritor o descriptor?, reza la añeja cuestión que el lector puede emplear para ubicarse frente a la obra literaria. Claudio conoce a Augusta, se enamora de ella, la convierte en musa,le dedica pensamientos extensos y netos sobre su fisonomía (¿qué tal esas “nalgas turgentes”?). Posteriormente interactuará con personajes secundarios que, conforme avanza el texto, saltan como seres incidentales sin la menor trascendencia hasta enfrentar al invitado estelar de la novela: el Diablo, el mismísimo demonio, 24 páginas después. Sin demeritar el trabajo realizado por Pedro Ángel Palou García, actual rector de la Universidad de las Américas, éste deberá pagar un costo elevado por el descuido de la edición (¿acaso ya no existen los correctores de estilo?), destacando fallas gramaticales y osados planteamientos morfosintácticos que no deberían pasar por alto para un premio nacional Xavier Villaurrutia.Cierta ocasión un poeta poblano, uno de esos que abundan en la trasnochada y el café, recriminó al autor de estas líneas su “malsana” fijación por descubrir errores editoriales: “perdóname, pero fijarse en falta de acentos, puntos, comas y construcciones gramaticales es una soberana estupidez”... Desde entonces concibo el ejercicio literario local con cierta distancia y comprendo el porqué de sus logros y alcances: aunque no es nada fácil dejar una obra de vida en manos poco conocidas, que entienden a su modo términos como “corrección de estilo” y “supervisión editorial”. No obstante, asomándose al campo de las “imágenes”, la verdadera obsesión, lo realmente importante que el escritor espera de la ociosa “crítica literaria”, encontramos cómo se desborda entre líneas el amor por los libros que guarda Pedro Palou: “algunos días y varias lecturas después”. La biblioteca y obras serias de la literatura universal serán refugio seguro para Claudio, mientras éste divaga, imagina y narra en primera persona situaciones “hilarantes”, ora paroxísticas ora refinadas, ora inexplicablemente recargadas de erudición: “la luz se posa sobre los agradecidos lomos de los libros”, y es ahí donde Elena Beristain, George Lakoff y años de aportaciones serias en torno a la metáfora descansan en paz; la fotografía de un tierno tomo, indefenso cual cachorrito caricaturesco, es inevitable. De más está tratar sobre la referenciación de antecedentes diabólicos (que no lugares comunes) presentes en El diván... como el Fausto de Germania, las bodas del cielo y el infierno que escribió como todo mundo lo sabe, una temporada en el infierno de ese francés que prefirió cazar elefantes a escribir poesía, hasta no saber si el también autor de “En la alcoba de un mundo” y “Con la muerte en los puños” se equivocó y en lugar de narrativa lo suyo siempre fue poetizar: ¿poética narrativa, narratividad poetizada, ninguna de las dos? Destaca el tinte local, involucrado por el ex secretario de Cultura en el estado, que revela cierta percepción (temor y quizá desdén)que éste guarda respecto a gente de baja estatura: la Casa de los Enanos, homónimo de la célebre edificación de la avenida Juárez,donde Claudio experimentará terror psicológico, pesadillas sanadas con limonada fresca, convulsiones y desmayos, tendrá sexo con una muñeca inflable y será, literalmente, cabuleado por un Diablo que lo besará en la boca luego de concienzudas cátedras de filosofía. La imagen involuntaria de un boy scout tomando un cafecito con Satán (intercambiando tips de li-te-ra-tu-ra), el infierno como una extensión de la biblioteca Palafoxiana, más el deseo irreversible por publicar una vez más, deja muchas reflexiones en el tintero: en tierra de ciegos el tuerto descuida el uso de las preposiciones, abusa de las perífrasis verbales, desatiende la unidad de estilo entre capítulo y capítulo como si fuera un escrito de seis manos... Ni hablar, la “imaginación” no es lo único, ni lo más importante, dentro de la narrativa. El resultado será una historia con poca vida en sus personajes, histriones sin temperamento, como estar ante una película extranjera doblada al español.Una razón básica por la cual en Puebla no existe interacción cultural entre público y quienes poseen la “literatura” yace entre los propios escritores. Su aislamiento, la poca utilidad de ideas donde el lector no se siente comprometido, o mínimamente identificado, son dos granos de arena más sobre quienes sueñan verse en las estanterías de cualquier tienda departamental.Aquí en Puebla, los comentarios sobre una obra literaria suelen malinterpretarse. Creen que uno lee nada más para molestar, cuando los escritores saben de antemano que leer es sinónimo de disfrute. La consulta de letras poblanas es una extraña adicción. Es como sentarse frente a la playa en espera de un mensaje embotellado. La necedad continúa; seguiremos en busca del best seller, del gran hit.
Palou, Pedro Angel. El diván del Diablo. Ediciones B, colección Ficcionario, primera edición, 2005. 170 pp.
ISRAEL FLORES CEREZO
3 Comments:
Creo que el presente comentario causará más de un estrago estomacal... Salud!!!!!!
Ja. Espero que mi osadía no me haga aparecer muerto en el río. Salud.
Oremos a Alá por que no sea así... Salud!!!!!
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