Sin convite a tu fiesta de fantasmas
Jugábamos al monstruo.
En los antiguos baños del convento
habilitados como lavaderos
vimos llamas azules en el aire
y oímos las cadenas de los monjes.
Mamá nos invitaba
a recoger la ropa en la azotea
donde -dicen- espanta todavía
un hombre sin cabeza.
Por la escalera de caracol
una vieja señorita, profesora de piano,
invocaba en sus teclas a un demonio
que años después se llamaría
Johann Sebastian Bach.
Eran los fantasmas nuestros cómplices
y amábamos el miedo
A la salida del programa triple
Lugosi, Karloff y Vincent Price
-barones de la noche- nos montaban
en la yegua de sombra.
No entrábamos al baño
sin que tú, con tu fuerza, nos guardaras.
Hoy que eres el muerto
y no estás para cuidarme,
no tengo ganas de jugar.
Otro es el monstruo. Ese animal tangible
crecido de nuestros miedos,
te colocó en su mira.
Hubo tiempos en que supimos evadirlo
y a veces hasta creímos
haberlo aniquilado.
Nunca lo sospechamos:
conservabas intactos los conjuros
del Necronomicón de nuestra adolescencia.
Tú, jefe de la manada,
hijo de tigre,
primer oficial del capitán perdido,
hermano mayor de nuestro miedo.
VICENTE QUIRARTE.
0 Comments:
Post a Comment
Subscribe to Post Comments [Atom]
<< Home