Sunday, May 18, 2008

EL VIACRUCIS ETÍLICO DE GONZALO CELORIO






Y retiemble en sus centros la tierra.
Gonzalo Celorio
Tusquets editores, Andanzas
3era edición, 2004


Los lazos entre literatura y ebriedad son estrechos. Es lugar común mencionar la tormentosa relación de la escritura con el alcohol. Poetas antiguos como Li Po y Omar Khayyam festejan con ardor la vida dionisiaca. Malcom Lowry en “Bajo el volcán” remoja a su protagonista, el legendario cónsul, en un mar de mezcal. Joseph Roth proclama los milagros del alcohol en “La leyenda del santo bebedor” Gonzalo Celorio en “Y retiemble en sus centros la tierra” rinde un homenaje a la ebriedad y a las cantinas legendarias del Distrito federal. El personaje principal, Juan Manuel Barrientos, maestro universitario de literatura, se cita con sus alumnos en el “Salón la luz” para iniciar un recorrido por los edificios y cantinas del centro histórico. El maestro llega puntual a la cita a pesar de tener fresca la resaca del día anterior. Espera varios minutos pero los fieles alumnos no llegan. Resignado, después de la primera cerveza de la mañana, comenzará el recorrido solo. Celorio construye la historia entretejiendo un narrador omnisciente con una voz en segunda persona que funciona como un conciencia lúcida, un registro que interroga, ataca, acompaña a Barrientos en su debacle etílica. La novela transcurre en varias cantinas, la mayoría de ellas legendarias: “La ópera”, “El bar Alfonso”, “La puerta del sol”, “La casa de las sirenas”, “El nivel”. Como las estaciones de un vía crucis, el profesor Barrientos recorre su calvario, no discrimina bebidas y se refina sin pudor abundantes cantidades cerveza, whisky, ron, vino, brandy, ginebra. Barrientos se pierde en una ebriedad progresiva que aviva fantasmas, los condensa en mujeres ausentes, figuras familiares, momentos dolorosos. Como todo bebedor solitario registra a detalle el movimiento de parroquianos y meseros. Se cuestiona por las decisiones tomadas en el camino pero nunca lo suficiente para dar media vuelta y abandonar la excursión. Pareciera que la conciencia del personaje repite en su oído la sentencia de Omar Khayyam: “"¿Dices que el vino es el mejor bálsamo? ¡Tráeme todo el vino del mundo!” Ya de madrugada se internará en los bajos fondos de la ciudad y terminará su viaje etílico junto al asta bandera, agonizante, como un cristo ebrio entre dos ladrones. Novela empapada en alcohol, presenta el retrato fiel y punzante de un hombre a punto de perder la batalla con el alcohol. La prosa sortea las dificultades de mezclar voces y tiempos aunque a ratos abunda con detalles arquitectónicos y referencias visuales que pueden parecer excesivas al lector ajeno a la mitología del Centro Histórico. Cuenta la leyenda que Gonzalo Celorio maestro universitario de literatura al igual que su personaje, enamorado de la arquitectura del Distrito Federal, convoca una vez al año a una especie de “Bloomsday” capitalino, donde maestro y alumnos recorren bares y cantinas legendarios. El Devorador de Libros, fiel oficiante de Baco, espera algún día hacer el recorrido.

Alejandro Badillo

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