Tuesday, July 08, 2008

EL INSTANTE ANTERIOR


El hombre esboza una media sonrisa, parece gozar en secreto los placeres de su derrumbe y el ritmo de su pulso ya no cabalga en sus brazos sino que va lento, como el siseo del fuego, como el avance enemigo en el fango que le hace percatarse que justo en ese momento está a la caza de sí mismo. Sorprendido, a punto de precipitarse en su propia emboscada, siente necesidad de calma, de soledad, de un par de palabras. Mira una vez más hacia la calle: la noche se eleva, el aullido del último perro se derrama sobre el asfalto. La mirada del hombre pierde fuerza, permanece inmóvil, como sumergida en el fondo de un acuario. Trata de cerrar los ojos, convocar la imagen de un hombre ahogado, boca arriba en la arena; pero su mente, la que minutos antes estaba desbordada y cuyos pensamientos parecían una obstinada reunión de peces, se ha transformado en una playa inerme, en un hotel de cuartos vacíos. Envanecido comienza a levantar la mano, muy lentamente; el índice mantiene en tensión el gatillo del revólver y la sombra del brazo, amoldada anteriormente al movimiento, tiembla y se retuerce, como si estuviera expuesta al fuego, como si el movimiento entero estuviera dirigido por la torpe mano de un titiritero que, de pronto, olvida su obligación con la sincronía y deja una sombra abandonada, una herida en la luz que proyectan las lámparas en el piso.

Alejandro Badillo (inédito)

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