Monday, June 09, 2008

JUAN JOSÉ SAER: LA DISOLUCIÓN DE LA TRAMA



Glosa
Juan José Saer
Seix Barral, Biblioteca Breve
1era edición, 2003



El boom latinoamericano, aquel movimiento que vendió novelas como pan caliente y que puso de moda el “realismo mágico” tuvo como virtud el apadrinar novelas fundamentales en la narrativa latinoamericana. Poco se podría entender de nuestra historia literaria sin las novelas exuberantes de Vargas Llosa, la bohemia parisina de Cortázar, las historias a ritmo caribeño de Alejo Carpentier o los trucos de magia de García Márquez. Pero olvidados del boom, lejos de los reflectores y la propaganda, hubo escritores cuya obra no se ciñó a los criterios editoriales de moda, escritores que permanecieron ajenos a los temas exigidos por un público ávido de reencontrarse con el paraíso perdido latinoamericano: revoluciones, guerrilla, dictadores, pueblos perdidos en la selva, mujeres hermosas e irreales. Algunos de los escritores olvidados por el boom, como Julio Ramón Ribeyro y Juan Carlos Onetti, lograron una resonancia tardía; otros como Antonio di Bennedetto (reseñado anteriormente en esta columna) y Juan José Saer a pesar de ser estudiados y conocidos en los círculos académicos siguen esperando que la historia los coloque en el lugar que merecen. Juan José Saer (1937-2006) escritor nacido en Santa Fé Argentina, auto-exiliado muchos años en Francia, escribió una obra cuyo único compromiso fue la experimentación y el trabajo con el lenguaje. Glosa, una obra de madurez dentro del corpus del autor, es un buen ejemplo de esto: la historia recrea el encuentro de Ángel Leto y el Matemático, dos amigos que comentan las incidencias de la fiesta del poeta Jorge Washinton Noriega, una fiesta a la cual no asistieron pero que reconstruyen con referencias provenientes de otras personas. La platica los conduce por los tres capítulos de la novela: 1. Las primeras siete cuadras. 2. Las siete cuadras siguientes. 3. Las últimas siete cuadras. Así, la novela avanza mientras los personajes caminan, mientras invocan la memoria de otras personas. Saer logra en glosa una novela donde la peripecia es la reconstrucción obsesiva de una fiesta, donde el foco es el testimonio que va sufriendo distintas metamorfosis a lo largo de las veintisiete cuadras. A la manera de las últimas novelas de Beckett (pienso en la trilogía del Innombrable, Molloy y Malone Muere) los personajes se justifican por su discurso, pero, a diferencia de los personajes de Beckett, donde la narración se construye a base de un flujo lineal, en constante avance, los personajes de Saer, están en una continua errancia a través del tiempo, yendo de atrás a adelante, balbuceantes, siempre dudando. Para Saer la realidad es un banco de arenas movedizas y por eso la interrogan, la reducen, la diseccionan con la minuciosidad de un cirujano. “Glosa” es un buen ejemplo de literatura, cuyo único compromiso es el arte, con las posibilidades del lenguaje, la pugna por disolver la trama para ir en busca de la indagación y la memoria. Saer pareciera decirnos que la literatura, como la vida, no es un sitio de certezas, sino de una fuente constante de preguntas y de búsqueda.

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