Wednesday, November 22, 2006

LO BELLO Y LO TRISTE DE KAWABATA


El origen de la novela Lo bello y lo triste arranca con el sentimiento de nostalgia del protagonista Oki mientras se dirige a Kioto al reencuentro de su antigua amante Otoko, con motivo de la celebración del año nuevo. Este hecho tendrá como consecuencia la aparición de la figura de Keiko, actual acompañante de Otoko, personaje amoral y vengativo, cuya importancia aumenta conforme avanza el hilo argumentativo. Como sucede en algunas de las más bellas obras de la literatura, el punto de partida con el que comienza la narración de Lo bello y lo triste está dotado de una belleza e intensidad extraordinarias, anticipo del encanto poético de su arquitectura invisible, ese discurrir más allá de las palabras. Este encanto que ya no nos abandona durante el resto de la narración es consecuencia directa -por encima de cualquier otra consideración- de la existencia de un arte diáfano que entronca con la más sutil tradición poética de que la novela japonesa es tributaria, pues comparte con aquélla, además de una delicada simbología descriptiva, una economía expresiva y una capacidad de evocación maravillosas.
La poesía nace del encuentro entre el espíritu de una obra y el genio propio de la lengua, el alma de la cultura que la hecho nacer. En Lo bello y lo triste las referencias de ese universo mágico que se desvanece son continuas. El elevado contenido poético de la novela descansa sobre esa arquitectura invisible en la que todo ocurre más allá de lo que se dice. Kawabata sabe -como lo saben los poetas- que lo esencial es aquello de lo que no se habla, por ello se sirve de la yuxtaposición de sensaciones dispersas a lo largo de la obra, con las que nos hace sentir con una intensidad superior que si utilizase referencias obvias. Cuando un personaje de la novela contempla una butaca que gira sola en el vagón del un tren panorámico o al escuchar el tañido de la campana milenaria de un templo budista, los personajes sienten su soledad, con ella despierta el eco del corazón y afloran los recuerdos de la memoria. La exploración de la soledad es unos de los aspectos que mejor definen la narrativa de Kawabata y a ésta cabe unir la delicadeza con la que trata las relaciones de las personas con los demás y con la naturaleza. En Lo bello y lo triste se observa la delicadeza magistral con la que trata del erotismo y la soledad, abordados con un estilo tan sensual como propio en la narrativa nipona, con una contención y simbolismo que van más allá de las evidencias superficiales a las que la novela nos tiene acostumbrados. Asimismo cabe destacar la fina matización con la que el autor aborda el análisis del alma femenina, introduciendo -al igual que en La casa de las bellas durmientes- el tema de la adoración de las vírgenes, fuente del lirismo en el que se contraponen erotismo y profanación, muerte e imposibilidad ligados a la exploración de la soledad y sexualidad humanas.
De la naturaleza que Kawabata rescata del pasado resurge la fuerza latente de un mundo lejano y a través de ésta, la lucha entre el pasado y la modernidad, del lirismo e impresionismo frente al realismo social imperante en la novela coetánea. Para nuestro autor, el pretendido realismo literario tan en boga no es sino una mera abstracción y simulacro convencionales en un mundo arrojado a las apariencias, en el que no se puede articular una verdad auténtica sin que parezca una paradoja. En el acto creativo sólo un honesto y profundo respeto por la realidad preserva la verdad. Por ello deja a la realidad en su mismo lugar, sin los artificios ni mentiras concertadas del pretendido realismo literario. En su esfuerzo compositivo se limita a ofrecer como un buen poeta esa realidad, el lector la recibe como materia vírgen.
Como indicábamos, Lo bello y lo triste contiene una elevada carga poética que descansa sobre la tradición narrativa nipona, la sensibilidad de sus letras y la tradición viva de al cual se nutre. Autores más jóvenes - entre los cuales cabe destacar Mishima- valoraron en la misma medida que Kawabata la fuerza de ese legado y cultivaron sus obras bajo este modo de hacer completamente japonés. Siguiendo sus pasos, buscaron en su literatura la fuerza de renovación de las letras. El tema que planea sobre este tipo de composiciones debe su razón de ser a la oposición entre la tradición y la modernización súbita del país que trastocó en una sola generación todo un modo de vida de origen milenario. La gran mayoría, destacando a Yokomitsu Riichi, buscó en las letras foráneas dichos recursos, imitando el occidental estilo de hacer novelas. Kawabata buscó en el Japón de su época la cultura perdida de la que sólo quedaban algunos restos emocionales, mostrada con un estilo personal, minucioso y episódico en el que se volcó desde el Diario íntimo de mi decimosexto cumpleaños, de 1925. Ésta su primera obra -a la que se refiere de manera velada en Lo bello y lo triste- debe ser encuadrada dentro del tradicional género del diario íntimo, cultivado en las letras japonesas con una frecuencia mayor que en otras literaturas. Asimismo hace referencia a otros temas de la tradición: la importancia de la caligrafía y de la ortografía en la cultura nipona, la Historia y la Literatura -temas en los que nos introduce a través de los diálogos de Oki con su hijo Taichiro- incluso la recuperación de testimonios del pasado, bien en la descripción de escenas costumbristas, bien dentro del ámbito de la arqueología, conformando un clima en el que el pasado y la tradición dan pie a las más profundas consideraciones sobre el universo estético del autor.

Nos encontramos ante un escritor de primera fila y una novela escrita con una técnica y belleza conmovedoras, en la que todo sucede más allá de lo narrado. Del magisterio de Kawabata son tributarios los más destacados escritores japoneses que tras él supieron nutrirse de la maravillosa herencia de su misma literatura, continuando el camino de la sutilidad para transmitir las emociones y de la delicadeza a la hora de abordar las relaciones de las personas con los demás y con la naturaleza. El respeto a esta tradición no parece ser óbice para que Kawabata sea capaz de construir el más sutil drama de amor y destrucción, aderezado con el más perverso erotismo, caso de la presente novela.
Carlos Vela
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