El increíble devorador de libros
1. Declaración de principios
Esta columna es el registro cotidiano de las lecturas del devorador de libros. En medio de laberintos de páginas, navegando entre títulos, géneros y llamativas portadas, estas colaboraciones pretenden ser la recomendación de un vicioso, un lector siempre dispuesto a la crítica y a la sorpresa. Devorar libros tiene algo de fruición, de perversidad patológica pero también de la necesidad de compartir, de mostrar a una improbable cofradía el tesoro encontrado entre los anaqueles, el autor casi inédito o el que tiene varios premios a cuestas. Esta columna aboga porque el acto de devorar libros no sea una materia exclusiva de la academia, sino el terreno propicio para el exhibicionista, para el distraído que entra por primera vez a una librería, para el que ya lee y quiere seguir inundado de palabras o para el que se descubre vicioso al mantener, como un amuleto, un libro en el buró, para leer en las horas silenciosas de la noche. El devorador de libros tiene la ventaja de no distinguir nacionalidades, escuelas, biografías, modas. En el camino habrá páginas olvidables, párrafos de una densidad gratuita, algún mamotreto digno de apuntalar la pata de una silla. Pero el vicio perdurará y el síndrome de abstinencia hará que el devorador vuelva a rondar los pasillos de la librería en busca de una nueva oportunidad. Tal vez habrá reseñas de las novedades que asolean sus portadas en los aparadores y cuya caducidad es comparable a la de un yogurt o la de un queso. Tal vez una entusiasta referencia sobre algún libro secreto, cuyo autor yace oculto entre cientos de autores cuyas páginas huelen a novedad, a ventas. El devorador de libros es un ente espontáneo, que divaga antes de ir al grano, así que, el desprevenido lector no deberá inquietarse si el inicio de la columna comienza con la descripción de un día lluvioso o el estado de ánimo de un gato, porque la inercia al fin ganará y pronto estará hablando de historias, tramas sencillas, complejas; personajes asentados en la memoria colectiva o fantasmas sin nombre. El devorador dará un informe puntual, una versión de su lectura que sirva para animar al visitante Los lazos que tiende la literatura son, en su mayoría, anónimos y, desde su aparente invisibilidad, esta columna espera correr con la suerte de las palomas mensajeras, de los libros continuamente prestados. Desde esta orilla de la página el devorador de libros se despide porque tiene en la mesa varios ejemplares atrasados.
1 Comments:
Salud, mi estimado!!! Me declaro devoradora y compradora de libros... El vicio ya me sobrepasò por mucho, tengo varios títulos detrás del que voy leyendo... Es horrible y bello.
Un oso a tu salud, que venga más suerte.
Judith.
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