Wednesday, January 04, 2006

ESE LUGAR...


¿No es extraño que gran parte de la actividad humana más significativa tenga que ver con la pérdida? Porque perdemos cosas, intentamos encontrarlas. El intento nos lleva a un viaje. Encontramos otras cosas, cosas de las que no nos habíamos dado cuenta que habíamos perdido y entonces creamos. El arte brota de la alienación y de la pérdida. El arte reemplaza lo que hemos perdido en espíritu. Es por tanto un reemplazo mágico. Y así ocurre con la Arcadia, me parece. Hace tiempo que hemos perdido nuestra relación sencilla con la naturaleza, con el universo. Y así los antiguos romanos se revelaron como los primeros alienistas al soñar y construir la leyenda de la Arcadia. Esto nos mostró lo jodidos que estaban como para necesitar inventarse un edén ambiguo, donde al amor está cercano a la locura. Y parecería así que el arte es una condición de inquietud, de dislocamiento, de estar fuera de todo, de ser un exiliado. El arte no puede venir de los felices y los contentos, de los afortunados y los hermosos, de los benditos y los enteros, a menos que por debajo de eso habite una condición o una premonición trágica no revelada, como un volcán no visto o un cataclismo insospechado próximos a arrasar con toda esa tranquilidad innatural. Los últimos días de las cosas hermosas son los más artísticos. Parece entonces que el arte es el signo secreto de habitar bajo una guillotina, bajo un oscilante signo de ruina, bajo un oculto signo de interrogación, debajo de la amenaza de la muerte, en lo indeseable, queriendo que nos curen y ser curados, con un soplo de mortalidad e infierno en nuestro espíritu, con una sensación de pecado y ausencia de redención. Parece que el arte es una súplica mágica, un aullido mágico, un grito encantado, un retraso de la locura, un desvío del insomnio, una canalización de las energías negativas. El arte es encontrar el camino propio en la oscuridad, es ver con los dedos, adivinar agua en el desierto, crear un reino abstracto erigido en la mente de los otros para reemplazar los reinos de la infancia y la inociencia perdidas para siempre con la muerte de la madre. El arte es encontrar una nueva casa y, sin embargo, estar siempre navegando. Es ser engañado y tentado por los dioses para recorrer varias veces y entera la inmensa tierra y dejar atrás ciudades brillantes en busca de lo que nunca puede encontrarse, pero que parece posible de encontrar, por un sueño que sigue en movimiento como un pájaro, un pájaro mágico, o un amor, o un sueño en reposo, o el atisbo de una hermosa ciudad en medio del oceáno. Pero nos sigue conduciendo, nos mantiene avanzando, hasta que el esqueleto al vagar entra por una puerta dorada, y llega a un paisaje soleado donde la luz del sol es una oscuridad perpetua, y encuentra lo que buscaba en un lugar donde nunca se pierde nada ni se encuentra nada, un lugar sin un nombre o una idea. Por lo cual hay una fatalidad en encontrar, y una agonía en buscar. Pero entre la búsqueda y el encuentro hay otro lugar, un lugar especial, y quizás es un lugar así hacia al cual viajamos ahora, un lugar al que llamamos Arcadia, un lugar que para algunos es un libro, una pieza de música, una cara, una fotografía, un paisaje, un amante, una ciudad, una casa, una tierra, un ritual, un sendero, una manera de ser, incluso. Quizá, mi querido amigo, viajamos hacia una cosa fugaz en el desierto, donde la sed es apagada milagrosamente en el aire, y la fragancia de un gran amor se dilata en la sombra...

2 Comments:

Blogger Judith Castañeda said...

El arte... mmmh... también puede ser el producto de lo que quisiéramos hacer y no nos atrevemos, de nuestros deseos...
¿Este pasaje pertenece a tu novela, mi estimado caballero?
Espero que la cruda sea leve; salud, mi estimado.

12:09 PM  
Blogger Alejandro Badillo said...

Es de un escritor nigeriano llamado Ben Okri. La novela la dejé descansar un rato. La cruda no es leve es perpetua ja ja. Por mi parte todo tranquilo, quién sabe el Serch.

ABUR

5:20 PM  

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