Wednesday, August 09, 2006

ELLA SIGUE DORMIDA

En la noche de su cumpleaños –cuando la sed envuelve mi lengua y un cuervo torpe aletea en la ventana– la imagino dormida. Imagino sus ojos cerrados con la misma torpeza del ave y con el deseo de verla dormida llega una noción de pérdida, apenas perceptible en la vaguedad de la habitación, que da forma a una Frida imaginaria en la cama, dormida en una noche que pudo haber sido hoy o hace muchos años. Puedo verla acostada, con la colcha a cuadros entre las piernas, las sábanas enmarcando la cintura. Muevo las manos en el instinto de abarcar el vacío de la cama, al no poder, busco a tientas el siseo del café en la estufa. Pienso nuevamente en la sed, en el taconeo de Frida que deja una estela variando en el silencio. En la calle alguien tararea una canción. El cuervo interpreta la voz como una amenaza, deja de aletear, me mira aturdido desde el quicio de la ventana. “El mundo está a punto de ocurrir” dice Frida en mi mente y así recuerdo el verano en que repitió la frase por teléfono, a escondidas de él, gustosa de poder decirla despacio, en clave, dándole el peso del silencio después del sexo, del amor que inventamos y que es tan frágil como un comentario inútil, la burbuja de humo que exhala su boca para buscar algún resquicio en el techo. El café burbujea sobre la estufa. Frida es una niña sentada en un columpio, con una flor blanca entre los cabellos, un rastro de envidia en la mirada. Resisto la tentación que imponen los falsos recuerdos porque comprendo su origen: diferentes historias que me cuenta y que el tiempo revela como una serie de mentiras demasiado elaboradas; historias que condenso en largas esperas, calentando café a oscuras, sintiendo sus pasos en la escalera. Mientras llega, imagino mi índice entre sus pechos, la curva de escalofrío dibujada en su vientre cuando el invierno se detiene en la ventana. Y cuando el vientre se endurece y el ombligo es la ruta a ciegas al sexo, Frida vuelve en las líneas de sus cartas, en una tranquilidad muy particular, similar a la anticipación del deshielo, al movimiento de la lluvia en los muros de las casas. El viento llega puntual. El cuervo dirige su vuelo a los árboles. Frida llama a la puerta. Recorro a tientas la habitación. Antes de abrir, adivino las puntas oscurecidas de los tacones, oscilando impacientes en el tapete.

Alejandro Badillo

2 Comments:

Blogger Judith Castañeda said...

Excelente fragmento, mi estimado!!!! Ya es justo que se te haga justicia!!!!!!

1:22 PM  
Blogger Alejandro Badillo said...

Gracias por los buenos deseos. El jueves conocerás el cuento completo. Haber que tal. Salud.

2:01 PM  

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home