SOBRE LARRY Y "UNAS PLUMAS"
El sábado será publicado en el periódico Síntesis “Unas plumas”, cuento donde hace su presentación en sociedad Larry, el compañero de cuarto del Marqués de Karabás. No sé si yo sea el primero en dedicar un cuento a un cocodrilo de barro de Olinalá Guerrero, algunos pensarán con razón que es un síntoma de la locura que me aqueja desde hace años. Lo cierto es que Larry es un buen lagarto y que el Marqués de Karabás tiene que rehabilitarlo de una afección (rompimiento) en sus patas. El buen Giovanni, miembro vitalicio de la organización y anfitrión del año, compró a Larry en su tierra, se lo regaló al Marqués que lo adoptó y que en una borrachera solitaria le puso nombre. A veces imagino a Larry como el señor Wilson, la pelota de Volibol que acompaña a Tom Hanks en la película donde la hace de Robinson Crusoe. Una noche, intoxicado por varias novelas de Boris Vian, comencé a escribir una farsa acerca de las citas a ciegas por internet. Larry salió a escena naturalmente aunque con algunos cambios en su apariencia, alguien (creo que un doctor) sugirió que era un cocodrilo gay, cosa que es totalmente falsa ya que en el cuento se menciona con claridad que está en busca de un cocodrilo hembra. Obviamente toda la psicología del personaje es mía y es de los cuentos que por su misma experimentación ocasionan algunos riesgos. A pesar de todo, y esa es la excepción en mi caso, fue endiabladamente divertido escribirlo. Me gusta el final agridulce del cuento, esperanzador para los que piensan que en el amor, o más bien, en su búsqueda, siempre se pierde; o tal vez sea un consejo que me doy de forma inconsciente, una vocecilla en la cabeza para cuando salen mal las cosas, que reconforta pero que también anima a levantarse y volver a intentarlo, echar una botella al mar sin esperar resultados inmediatos, días mas tarde, salir a caminar con los ojos bien abiertos, esperar algún milagro cotidiano, y cuando llegue estar dispuesto a darlo todo, decir todo lo que se tenga que decir, llorar todo lo que se tenga que llorar; y si no ocurre ningún milagro y al regreso la soledad parece un monstruo interminable, ahí estará el juerguista de Larry para repetir lo que pensó ese lejano 13 de Febrero de 1999: “¿Cómo decirle que era cuestión de tiempo? ¿Cómo hacerle entender que a veces no son el lugar ni el momento adecuados? Algunos hombres están destinados a enamorarse de una sola mujer y, a veces, con tanta gente en el mundo, tardan mucho en encontrarla"
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