La rueca de Onfalia
Juan Vicente Melo
Universidad Veracruzana
2da edición, 2007
De la llamada generación de Medio Siglo sobresalieron autores de una obra abundante, con una amplia presencia en revistas y periódicos como Juan García Ponce, Carlos Monsiváis, Sergio Pitol y Salvador Elizondo. Otros integrantes de la generación, como Inés Arredondo y Juan Vicente Melo fueron autores de obras breves, crípticas y concentradas. Arredondo se dedicó exclusivamente al cuento y a la crítica literaria y Juan Vicente Melo a la novela, cuento y crítica musical. Este último nacido en Veracruz en 1932 y fallecido en 1996, es uno de los miembros de la generación de Medio Siglo menos estudiados y conocidos. Descendiente de una familia de médicos, Juan Vicente Melo, después de estudiar medicina y especializarse en dermatología en París, decidió colgar el estetoscopio y abandonar de forma definitiva la medicina para dedicarse de lleno a la literatura, la crítica musical y la promoción cultural. Bajo su dirección la Casa del Lago de la unam vivió una de sus mejores épocas. También fue colaborador activo de “México en la cultura”, que bajo la batuta de Fernando Benítez y las reseñas de Emanuel Carballo cobijaron y promovieron el trabajo de jóvenes escritores. Melo es autor de La noche alucinada (cuentos, 1956), Los muros enemigos (cuentos, 1962), Fin de semana (cuentos, 1964), Festín de la araña (relato largo, 1966), Juan Vicente Melo (autobiografía, 1966), La obediencia nocturna (novela, 1969), El agua cae en otra fuente (cuentos, 1985). De su obra sobresale La obediencia nocturna, novela cuyo sustento es la pérdida de identidad, una larga temporada en el alcohol y la pesadilla de un joven que llega a estudiar Derecho a la ciudad de México. La obediencia nocturna está impregnada, como muchos de los relatos anteriores del autor, en una atmósfera densa, donde se funde el presente con el recuerdo idílico de la infancia, donde la fascinación del pecado y una búsqueda incesante de la culpa cambian el sentido de la realidad y disuelven significados. El lenguaje de Melo parece enredarse y, a la manera del denso ramaje de un árbol, construir una prosa que —como comenta José de la Colina para el libro de cuentos Los muros enemigos— no se preocupa de analizar, ni de ofrecer verdades indiscutibles, sino se ocupa exclusivamente de sentir. La obediencia nocturna es, a pesar del regateo del gran público, una de las novelas fundamentales de la literatura mexicana y una obra de madurez de Juan Vicente Melo. Después de La obediencia nocturna Melo sólo publicó cuentos y crítica musical. Al paso de los años regresó a Veracruz y tomó las riendas de la editorial de la Universidad Veracruzana. Poco se sabía de una obra nueva, aunque desde los tiempos de “México en la cultura”, anunciaba y daba adelantos de La rueca de Onfalia, novela que terminó antes de morir aunque no pudo verla publicada en vida. La rueca de Onfalia es el punto final de la obra de Juan Vicente Melo y un regreso (como Ónfalos o el mítico centro del mundo) a los orígenes. En la novela Melo retoma su historia familiar en Veracruz mediante las voces y tragedias personales de abuelas, madres y tías. El abuelo, un hombre importante de la región, exgobernador de Tabasco, político en el exilio que tiraba moneditas de oro a los pescadores, incurre en una infidelidad que nunca perdona su esposa. El odio, a lo largo de los años, se transformará en castigo y luego en un largo silencio. La pareja vive en cuartos separados muchos años. Cuando muere el abuelo la esposa engañada manda desalojar su cuarto “para que no quede de él ni el olor”. Así, la traición es el detonante y el motivo que afectará a las siguientes generaciones. Las mariposas, presentes en toda la obra, sirven como amuleto del amor, pero también como símbolo del engaño. Al contrario de La obediencia nocturna, La rueca de Onfalia, a pesar del tema, tiene un tono más benévolo y nostálgico, los personajes rodeados de sus recuerdos se pierden en largos monólogos donde cuentan su versión de la historia y las particularidades de su desgracia. Como el viajero que intuye el final del camino, Juan Vicente Melo con La rueca de Onfalia, ajusta cuentas con el pasado. Escrita contra el tiempo, contra la enfermedad y el cansancio, es un digno punto final a una vida dedicada a la literatura, vida que dio obras que aún esperan un redescubrimiento de las nuevas generaciones de lectores.
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